La sociedad de ahorro Los Previsores del Porvenir, fundada en 1904, había alcanzado sólo una década después la cifra de 160.000 impositores con un capital de 23.000.000 ptas, por lo que el consejo directivo consideró necesario construir una sede propia, para la que adquirió, mediante suscripción voluntaria, un solar de 354 m2 en la Gran Vía; encargando el proyecto al arquitecto y consejero de la sociedad Luis Ferrero Tomás, que en febrero de 1914 presentó un primer proyecto muy moderado, que sólo contaba con semisótano, planta baja y otros tres pisos divididos en tres anchas crujías; destinándose las exteriores para espacios de oficinas y administración, mientras que la central la ocupaba un gran patio de operaciones de triple altura -cubierto con montera de hierro y cristal- que se adosaba a la medianera oriental, estando el núcleo de comunicaciones verticales y servicios -con un pequeño patio de ventilación apoyado en la opuesta.
Aunque la licencia para comenzar las obras se requirió de modo inmediato, un año después el expediente se devolvió por creer equivocadamente el Arquitecto Inspector de la Reforma Urbana, José López Sallaberry, que el solicitante había "desistido de construir el proyecto formulado", pero tras la consiguiente reclamación de los promotores redactó los informes pertinentes que condujeron a la concesión de aquélla el 27 de abril de 1915.
Sin embargo, el 6 de noviembre de ese mismo año la sociedad solicitó modificar el proyecto según una propuesta más ambiciosa firmada por Ferrero el 1 de octubre, que dividía el solar en cinco crujías paralelas y recuperaba el zócalo comercial, con sendos locales flanqueando las puertas a las calles de Gran Vía y Caballero de Gracia, enlazadas mediante un pasillo que desembocaba en un pequeño patio acristalado central, con la oficina de información a un costado y el núcleo de comunicaciones con una escalera de tres tramos rodeando el hueco del ascensor al opuesto.
Desde aquí se podía bajar a la planta de sótanos donde los almacenes de las tiendas ocupaban las crujías extremas, destinándose las tres centrales a sala de calderas y archivos y almacenes de la entidad , o subir a la planta de entresuelo, con las oficinas de atención al público, cajero, secretaría y despacho del secretario, asesoría y gabinete del asesor, más almacenes, aseos y ropero.
En el piso primero o principal se encontraban la oficina de dirección y los despachos del director y el presidente, dando a Caballero de Gracia, y una inmensa sala de juntas y consejos hacia Gran Vía; el segundo se dedicaba íntegramente a sala de contabilidad, hasta el punto de renunciar a los aseos; mientras que el tercero incluía una serie de cuartos individuales y la vivienda del conserje.
Externamente los cambios también fueron notables aunque Ferrero mantuvo el estilo neoplateresco del primer proyecto, conformando una de las fachadas más pintorescas de la nueva avenida aun sin reflejar los variados usos del interior.
Así, tiendas y entresuelo se agrupaban en un zócalo monumental de machones de cantería enlazados por arcos salmantinos mixtilíneos, mientras que el principal y el segundo piso se unían con un orden colosal de pilastras corintias, que dibujaban un vano central en arco, más estrecho, coronado por un frontón triangular, y flanqueado por otros vanos de mayor tamaño en consonancia con los locales del piso inferior subdivididos en tres partes mediante esbeltas columnillas de fundición con un soberbio peto calado de grutescos a la altura del forjado intermedio.
Sobre este cuerpo se apoyaba una galería abierta con balaustrada y por último rematando el eje central de la composición se elevaba una torrecilla con un reloj flanqueado por dos figuras alegóricas, bajo un frontón avenerado coronado por un gran escudo entre dos pináculos.
El alzado trasero a caballero de Gracia era igual hasta la cornisa del ático, donde se retranqueaba para convertirse en una galería de arcos carpaneles, coronada por riquísima crestería con flameros en torno a una peineta central con el nombre e la compañía.
Recibida la licencia definitiva el 13 de marzo de 1916, la obra se terminó el 21 de marzo de 1918, según consta en el certificado final de la misma. Como curiosidad, hay que citar que en uno de los locales a la Gran Vía se abrió una tienda de "degustación y venta de café de S. Paulo (Brasil)", ejecutada por la empresa Algueró e hijo bajo el patrocinio del propio estado de Sao Paulo; mientras que el otro fue ocupado por la firmas de automóviles National.
Pasado un tiempo, en octubre de 1926, la entidad propietaria fundó el Banco Popular de los Previsores del Porvenir, que instaló aquí su sede central y que en 1947 se convirtió en el Banco Popular Español, conocido hoy públicamente como Banco Popular.
Lamentablemente, éste es uno de los tres edificios del primer tramo de la Gran Vía junto con los Almacenes Rodríguez y el Oratorio del Caballero de Gracia que han sido drásticamente modificados, pues primero sufrió una ampliación de dos plantas según diseño del arquitecto Manuel Ambrós Escanellas de mayo de 1941, que a pesar de mantener el estilo original no pudo evitar distorsionar la fachada principal al duplicar la galería de remate en torno al cuerpo bajo del torreón central, perdiendo también en el proceso la crestería calada que coronaba el ático retranqueado de la fachada trasera; y después fue radicalmente remodelado en 1963 siguiendo un proyecto del arquitecto Julio Enrique Simonet para reconvertirlo en la sede del Banco Continental, sustituyendo ambas fachadas por anodinos muros cortina; aunque hacia la calle del Caballero de Gracia se conserva todavía en parte el basamento pétreo original.