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El Proceso Constructivo

La contratación de la obra y la intervención del ingeniero José Eugenio Ribera.

Descritos por tanto, pormenorizadamente, todos los edificios por Luis Bellido en su proyecto de abril de 1910, así como su distribución, funcionamiento, características constructivas y decorativas, además de calculadas sus estructuras [115], pudo ser aprobado por el Ayuntamiento el 29 de julio siguiente y sancionado por la Junta Municipal correspondiente el 10 de agosto, cuando ya había redactado el mismo arquitecto, con fecha de mayo, el Pliego de Condiciones Facultativas, necesario para la licitación de las obras.
En él se incluían todos los edificios de los mercados y mataderos, más depósitos de estiércol, corrales y cobertizos, muros y verjas, calles, andenes y muelles de embarque y del ferrocarril, alcantarillado, distribución de agua, pavimentación y otras obras accesorias.
Igualmente, se exigían materiales constructivos de la “mejor clase que se conozca en la capital” y se especificaba su aplicación en los diferentes elementos de los diversos edificios y pabellones, demostrando el uso de la técnica más innovadora, a través de los soluciones en hierro, cristal y hormigón armado y de los sistemas mecánicos de ventilación y saneamiento.

El 9 de septiembre de 1910, el Ayuntamiento abría concurso público para la presentación de proposiciones para la ejecución, conforme al modelo titulado: Pliego de Condiciones Económico administrativas, para la contratación, por medio de concurso público de las obras en construcción de un Matadero general y Mercado de Ganado para esta Corte, redactado por Bellido en mayo anterior. El mismo daría lugar a la adjudicación, el 14 de noviembre de 1910, a una de las dos únicas licitaciones realizadas, la de J. Eugenio Ribera y Compañía [116] por 7.918.659,08 pts [117], con una propuesta algo inferior al tipo exigido [118] y el compromiso de su conclusión en dos años y medio. La correspondiente escritura se firmó el 20 de marzo de 1911.
Había decidido apostar la corporación municipal por la confianza que le proporcionaba un técnico de reconocido prestigio, como entonces ya lo era José Eugenio Ribera Dutaste [119], ingeniero de caminos, canales y puertos, y catedrático de esta escuela en Construcciones Hidráulicas y Civiles, además de autor de un gran número de obras, como su primerizo Viaducto del Pino (Zamora) en 1894, una de sus extrañas estructuras metálicas [120], quizás por inicial, o los más de quinientos puentes que construyó a lo largo de su carrera, destacando los dos llevados a cabo junto al arquitecto Julio Martínez Zapata, el de María Cristina en San Sebastián (1904) y el de la Reina Victoria en Madrid (1907) [121]. Contemporánea de la ejecución del Matadero es una de las actuaciones más significativas y espectaculares de Ribera, la canalización del río Urumea en San Sebastián (1911) [122].
Pionero en España del uso del hormigón armado, incluso visto, y divulgador de sus ventajas, clave adoptada después por su discípulo Eduardo Torroja, Ribera se alinea así con la moderna renovación estética de la arquitectura [123], aun cuando siempre mantuvo una apuesta por los condicionantes económicos frente a la belleza [124]. Es por eso que la adjudicación de la contrata del Matadero y la conocida introducción que hizo en España del hormigón, contribuyendo, como sin duda contribuyó, al desarrollo de técnicas y cálculos complejos para su avance, han hecho creer a muchos autores en la participación del ingeniero esta obra madrileña, más allá de su propia ejecución. Sin embargo, esta supuesta atribución carece de fundamentos firmes e incluso restaría méritos al arquitecto Luis Bellido, único técnico que figura como autor en todos los documentos textuales y gráficos que se conocen, y aunque este hecho puede no ser concluyente, lo que sí es demostrable es que basó su obra en la ampliación de sus conocimientos sobre esa tipología arquitectónica, obtenidos del estudio y de su directa observación en otros lugares extranjeros más avanzados.


No se puede negar una posible colaboración de Ribera con Bellido, incluso durante la fase del proyecto, asesorando y resolviendo estructuralmente las propuestas arquitectónicas del último, o diseñando elementos y edificios más puramente ingenieriles, como el depósito elevado del agua, pero llamarle coautor al primero del nuevo Mercado y Matadero de Madrid sería elevar su intervención sin crédito.
De lo que no hay duda es que Ribera dio comienzo a la construcción del establecimiento madrileño el 21 de junio de 1911, una vez desbrozado el terreno de las plantaciones que lo ocupaban, si bien quedó paralizada tres meses después por desajustes en la economía municipal, que le impedían dotar convenientemente el crédito previsto. Remediados en agosto de 1912, volvieron a suspenderse nuevamente las obras a finales de este año, y por la misma razón, y así permanecieron hasta julio de 1914, en que se pudo volver a disponer de fondos necesarios. No obstante, la limitación del gasto no desapareció hasta julio de 1916, cuando ya se habían superados todos los plazos exigidos en el contrato y comenzaban a originarse otros problemas por falta de hierro, a causa de la Primera Guerra Mundial, “de capital importancia” para los edificios proyectados [125].

Las incidencias y las polémicas.

Para el control de eventualidades, e informar en general acerca de la obra del Nuevo Matadero y Mercado de Ganados, el Ayuntamiento había nombrado el 24 de diciembre de 1915 una comisión técnica, formada por Enrique Colás, profesor de la Escuela de Ingenieros de Caminos Canales y Puertos, Antonio Peláez- Campomanes, Capitán de Ingenieros en el Laboratorio de Madrid, Amós Salvador Carreras, Presidente de la Sociedad Central de Arquitectos, Carlos Gato Soldevila, profesor de la Escuela Superior de Arquitectos de Madrid, y José Pedro Díaz Agero.
Uno de los dictámenes más importantes que tuvo que realizar la Comisión durante las obras fue con motivo de un expediente de denuncias, en las que se “acusa la existencia de algunas deficiencias en la cimentación”, ante el cual, tras comprobar que éstas existían sólo en dos únicos lugares, expuso que, siendo casos puntuales, el mismo pliego de condiciones del proyecto preveía el procedimiento a seguir en tales situaciones y la responsabilidad del director de la obra en su aplicación. Sin embargo, entendía la Comisión que además debía realizar un examen más amplio y minucioso, con el fin de remediar “la atmósfera de recelos, suspicacias, dudas y vacilaciones” creada en torno a la obra del Matadero, fruto de las presiones políticas y de la “tramitación larga y dificultosa del expediente”.
Después de efectuadas muchas visitas e inspecciones, practicando calas en diversos lugares, la Comisión pudo emitir un juicio claro y contundente, informado, “sin grueso alguno de duda”, que las cimentaciones se hallaban bien ejecutadas y también el resto de la construcción, esmerada y de buena calidad en los materiales.
Así mismo, consideraban que por parte de la dirección de la obra habían sido tomadas las precauciones y disposiciones precisas, de modo escrupuloso y austero y, “aun cuando no necesita que se robustezca por parte de nadie el crédito técnico y moral de que D. Luis Bellido disfruta”, su celo, inteligencia y laboriosidad eran dignos del mayor elogio. Y lo que es más, las obras del Matadero y Mercado de ganados eran modelo en su género y debían contribuir para el Ayuntamiento “un motivo legítimo y justificado, no ya de tranquilidad, sino de satisfacción” [126].
Estas palabras debieron ser un aliciente al trabajo desarrollado por Bellido, quién quedó tan justamente recompensado que decidió incluir el referido informe en su publicación sobre el nuevo Matadero de Madrid de 1918 [127].
El mismo año de 1916, y en el mes de diciembre, el Ayuntamiento abría tres concursos públicos para la contratación de las instalaciones mecánicas en general, las frigoríficas y las de carácter sanitario, precisas todas para el nuevo Matadero, atendiendo a la redacción de los correspondientes pliegos de condiciones facultativas, llevando fecha de junio de 1917 el primero, de octubre siguiente el segundo y de fecha ignorada el tercero. Asesorado el Consistorio por una junta formada por un ingeniero civil y otro militar, se propuso a los autores que acudieron a los concursos de instalaciones mecánicas y frigoríficas, pues a las sanitarias no se presentó ninguno, que las redactaran de nuevo conforme a “bases más restringidas y a un programa de servicios reducido a lo absolutamente indispensable”, presentándose los proyectos el 22 de diciembre de 1917.
Esto explica que todas las obras del Matadero, no dependientes del montaje de instalaciones, estuvieran concluidas en febrero de 1918, aun pendiente en esta fecha la realización de los citados concursos. Una idea de su estado la da el que, al terminar el año 1917, del presupuesto de contrata tan sólo restaba por invertir el 2 %, si bien era preciso aumentar aquél en un 35 %, con el fin de costear las máquinas y aparatos y las dichas instalaciones.

La conclusión del conjunto, inauguración y puesta en funcionamiento.

En cuanto al desarrollo de las obras, se habían seguido, en gran medida, las pautas marcadas en el proyecto, si bien algunos elementos, como las naves de exposición de ganado vacuno, con una sección y alzado más rotundo, las cámaras frigoríficas, las mondonguerías y el depósito de agua sufrirían importantes modificaciones en su diseño.
Hubo que realizar variaciones en las fundaciones, por cuanto la estructura del subsuelo no era tan uniforme como las calicatas habían hecho creer, constituido en varias partes con rellenos a base de productos de desecho y afectado por filtraciones de agua, tanto más cuanto más se aproximara la distancia entre el paseo de la Chopera y el río. Además, por su carácter, hubo que cuidar extraordinariamente las cimentaciones de las cámaras frigoríficas y del depósito del agua; en el primero por el gran peso de la construcción, con muros de hormigón armado y gruesas capas de aislamiento, y el segundo para evitar asientos que produjeran agrietamientos en la cuba [128].
Finalmente, en febrero de 1919 se adjudicaba la instalación frigorífica por 1.320.530,30 pts y el 1 de agosto siguiente se lograba la firma del contrato para la realización de las instalaciones mecánicas con la Casa Dyle et Bacalan de París, con presupuesto de 2.247.850 pts y plazo de ejecución de quince meses. Esto significaba una previsión de puesta en funcionamiento del Matadero para octubre de 1920 [129], aunque finalmente esta fecha no se cumplió, ni tampoco la que estimaba la conclusión para el mes de marzo de 1922, tras la visita de distintos concejales del Ayuntamiento de Madrid y vocales de la Sociedad Central de Arquitectos [130].
El resultado fue que no hubo una puesta en funcionamiento general, sino gradual, y así entre octubre de 1924 y junio de 1925 se inauguraron los principales servicios, como el transporte de ganado, el degüello, la mondonguería, el mercado, los talleres, las naves frigoríficas y, en gran medida, las actividades comerciales. El presupuesto total, incluyendo la contrata, sus sucesivas ampliaciones, intereses de demora, comisiones, instalaciones y otros gastos generales, se calculaba por entonces en 19.982.759,44 pts, lo que, sin contar el valor del terreno y obligacionistas, casi suponía tres veces lo previsto en 1910 [131].
El aspecto general que ofrecía el Matadero y Mercado de Ganados puede observarse en las fotografías aéreas del Ejército del Aire, fechadas las más antiguas hacia 1927. En ellas se ve el establecimiento rodeado por tierras labrantías, algunos paseos arbolados y el río canalizado. La imagen demuestra su actividad diaria, con sus corrales, los distintos edificios funcionalmente dispuestos, sus accesos e incluso los solares previstos para ampliaciones futuras [132].

Las modificaciones del proyecto de Bellido.

Todo este tiempo de gestación, largo y penoso, del nuevo Matadero y Mercado de Madrid, un total diecisiete años, gratificó a Bellido con el reconocimiento profesional como máximo experto en la materia, fundamentado en sus múltiples y continuos escritos editados, en la mayoría de los cuales repitió su estudio y memoria del proyecto. Así lo hizo en 1910, tanto en los artículos de la revista La Construcción Moderna [133] o en su publicación completa [134], como en su obra: El Nuevo Matadero y Mercado de ganados de 1918, ilustrado con interesantes fotografías de la construcción y el momento presente [135]. En ellas se ven reflejados la mayor parte de los edificios ya concluidos, e incluso las cámaras frigoríficas, el depósito de agua y la mondonguería, tal y como se encuentran en la actualidad, y no como se proyectaron, lo que significa que las modificaciones se introdujeron durante las obras y antes de 1918. También en este momento se plantearía la transformación de la nave para exposición y venta de ganado vacuno, creando un gran volumen de planta similar a la primitiva, rectangular, con estructura metálica cubierta con un sistema de naves adosadas a dos aguas, sobre las que se eleva la central y su transversal, formando un crucero.
Por otra parte, dicha memoria sirvió también de base para el libro: El Matadero público de Cesáreo Sanz Egaña, Inspector Provincial de Higiene y Sanidad Pecuarias y luego primer director del establecimiento, que fue prologado por el propio Luis Bellido en 1921 [136] y en el cual este mismo reconocía su propia experiencia en estas cuestiones, “sobre todo, como es natural, en su aspecto constructivo”.
Precisamente, estos asumidos conocimientos de Bellido le llevarían después a tomar parte muy activa en el Programa de Mercados de 1926, con el fin de dotar a Madrid de modernos establecimientos de este tipo [137].

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