Según el plano de Texeira, en este solar se alzaba antaño el Hospital de San Luis de los Franceses, fundado en 1615 por el capellán de Felipe III, Enrique Saureu, para asistir a sus compatriotas. Aunque la iglesia original tenía entrada por la antigua calle de Jacometrezzo, en 1862 se construyó una nueva más al sur, con entrada por Tres Cruces, que sobrevivió a la apertura de la Gran Vía para terminar siendo demolida en los años sesenta del pasado siglo y dar lugar al teatro Príncipe. En cambio, el antiguo edificio del hospital ya trasladado años antes se demolió para permitir construir el hotel Gran Vía.
Éste fue diseñado en noviembre de 1919 por el arquitecto Modesto López Otero que ya había levantado los Almacenes Rodríguez en el primer tramo de la nueva avenida , sobre un complejo solar irregular de 940'39 m2, con demasiado fondo para su escasa fachada. El proyecto preveía dedicar el subsótano a instalaciones y cocinas de repostería y pastelería con su correspondiente horno; el sótano incluía la cocina y el comedor de servicio, la bodega, el lavadero y la sala de plancha, además de los almacenes de las tiendas que en las plantas baja y entresuelo flanqueaban la entrada al hotel, que dividía el edificio con un eje en el que se alineaban, el vestíbulo con un pequeño salón de espera lateral, la recepción, el hall con dos ascensores exentos que subían por un patio interior rodeado de galerías abiertas en todos los pisos , y la escalera principal seguida por otra de servicio con un extraño montacargas de planta triangular a un costado ; el piso principal estaba ocupado por los salones del hotel, y las seis plantas restantes se dedicaban a habitaciones para viajeros, de las que sólo trece de cada piso se abrían directamente al exterior, distribuyéndose otras veintinueve en torno a tres patios principales, a los que se sumaban otros cinco de luces medianeros para dar ventilación a los baños y aseos; que al ser todavía comunes desmentían el pretendido título de primer hotel moderno al estilo norteamericano de la capital.
Esta pretensión se hacía patente con más justificación en la elegante fachada, que recuerda obras de la escuela de Chicago; con un basamento de doble altura recorrido por una sucesión de pilastras jónicas de mármol con su correspondiente entablamento corrido, sobre el que descansa un entresuelo ritmado por pedestales decorados con cartelas que sostienen un segundo entablamento, en el que apoyan los desnudos paramentos del cuerpo principal. Éste abarca cinco pisos de altura, perforados por sencillas ventanas rectangulares con los antepechos rehundidos, que se enlazan en tiras verticales rematadas por dinteles rectos, con las claves centrales resaltadas para sostener el piso de coronación, señalado por una sucesión de entrepaños decorados, delimitados entre un friso ornamental inferior y la gran cornisa volada de remate; rematándose el conjunto con una balaustrada que sólo se interrumpe en el chaflán levemente abombado de la esquina para acoger una peineta con las siglas "RGR", correspondientes a las iniciales de los apellidos de los tres socios promotores del hotel: Rodríguez, Gancedo y Rubio.
La obtención de licencia de obras fue precedida por la petición el 12 de junio de 1919 de otra para vaciado de solar y paso de carros, que fue otorgada el 23 de junio; solicitándose el 21 de diciembre la definitiva, que se demoró sin razón aparente hasta el 6 de diciembre del siguiente año. A pesar de utilizarse estructura metálica, los trabajos se prolongaron por espacio de cinco años, y aunque el certificado final de obras no fue firmado por López Otero hasta el 12 de enero de 1925, la licencia de alquiler se había pedido ya dos días antes, siendo denegada hasta que no se subsanase la ausencia del "tubo de ventilación de la alcantarilla", que no se instaló hasta el 1 de diciembre siguiente, lo que retrasó el permiso definitivo hasta el 26 de febrero de 1927.
Sin embargo, el hotel ya había abierto sus 220 habitaciones (que la guía Hoteles de España de 1931-1932, editada por el Patronato Oficial de Turismo, reduce a sólo 20) el día 21 de enero de 1925 apenas dos semanas después que el Hotel Nacional de la glorieta de Atocha, proyectado también por López Otero con un diseño muy similar , para poder aprovechar así la afluencia de viajeros provocada por el homenaje organizado en honor de Alfonso XIII por los Ayuntamientos españoles, que reunió en Madrid a 7.000 alcaldes dos días después, al tiempo que se inauguraban "los salones para té y banquetes, restaurant, café y tertulia"; pudiendo citarse a modo de anécdota que el 11 de febrero inmediato, cien alumnos de la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos celebraron en ellos una comida en homenaje a Juan de la Cierva Codorniú para celebrar el triunfo de su autogiro.
El edificio sufrió ya una primera reforma importante a cargo del arquitecto Miguel de los Santos Nicolás entre agosto de 1934 y febrero de 1936, cuando se invirtieron más de 2.000.000 ptas para renovar los baños y convertir los locales comerciales de planta baja en un café de doble altura, una brasserie con asador de pollos "por rotación a la vista del público", un grill room, y un bar "interesantísimo" en el local de la esquina, en cuyo piso alto se imitaba el techo perforado por óculos con luz indirecta que lucía el vestíbulo del cine Madrid París, inaugurado en abril del año anterior en la acera de enfrente. Tras reparar los daños sufridos en la Guerra Civil, el edificio fue nuevamente remodelado entre 1947 y 1954 por el arquitecto José Luis Subirana Rodríguez, y de nuevo entre 1986 y 1988 por José Antonio Sancho Crecente para convertirlo en el hotel Tryp Gran Vía; siendo uno de los pocos hoteles de la Gran Vía que se ha mantenido abierto sin interrupciones ni cambios de uso desde su inauguración.
Por desgracia, la continua transformación del zócalo comercial implicó la desaparición de la espectacular marquesina de hierro y cristal en "ala de mosca" que antaño recorría el basamento hacia la Gran Vía, colgada de las pilastras a la altura del entresuelo, y que sólo recientemente se ha recuperado de modo parcial en un torpe remedo que protege cuatro vanos sobre la actual puerta de acceso al hotel, ampliada de modo desconsiderado mediante el apeo de una de las susodichas pilastras.