Saltar navegación

La Evolución del Matadero y Mercado Municipal Hasta la Actualidad

Nuevos usos y funciones.

El proyecto para el Matadero y Mercado de Ganados de Madrid fue, además, un proyecto abierto, susceptible de crecimiento en los terrenos previstos para ello, lo que explica la construcción junto a la mondonguería del mercado y matadero de aves y gallinas, proyectado también por Luis Bellido en 1926, aprobado por el Ayuntamiento tres años después [146] y dirigida su ejecución, en colaboración con Francisco Javier Ferrero Llusiá [147], a partir de 1932. La participación de este último arquitecto en la nave ampliada es clara, especialmente en el interior, pues al exterior se mantienen las pautas compositivas del resto del conjunto.
Del mismo año de 1932 y del siguiente es la intervención en la referida mondonguería por el Gabinete de Arquitectura Municipal, reformando el semisótano para crear aseos y vestuarios para los matarifes [148], y de 1934 es la conclusión del matadero de caballos [149], obras que mantienen las funciones y fines del establecimiento hasta la Guerra Civil. Tras la Contienda, los terrenos y edificios del Matadero y Mercado de Ganados, aunque no perdieron su uso, comenzaron a admitir otros, incluso de signo muy diferente, como la construcción de una nave para almacén de patatas en 1940, complemento de la nave de estabulación y venta de ganado vacuno para mercado de ese producto, o la construcción de locales de índole social, dentro del solar del establecimiento.

En cualquier caso, en éste, el servicio municipal que iría afirmando su posición frente a la del mercado sería el matadero, como lo demuestra el que en 1943 el arquitecto Miguel Ángel Esteve Vera realizara un pabellón de autopsias, al año siguiente reformara el de reconocimiento de jamones y en 1945 construyera abrevaderos para los distintos ganados, a los que habría que añadir la existencia de un quemadero de reses desde 1944 [150].
No obstante, las fotografías aéreas de la época [151] no muestran en el conjunto significativas variaciones, si no es en la edificación de las naves reseñadas, mientras que el entorno sí se observa una creciente transformación, urbanizado y progresivamente colmatado, amenazando con engullir lo que hasta ese momento había sido una isla en el desierto.
A pesar de ciertas mejoras técnicas y de la redacción de un nuevo reglamento en 1973, las instalaciones del Matadero y Mercado, éste con sus actividades ya mermadas, comenzaban a quedarse obsoletas, planteándose políticamente su desaparición, apoyada por colectivos y asociaciones vecinales, que reclamaban un cambio de uso en los terrenos para dotaciones socio-culturales y, de este modo, una mejora en las condiciones salubres del entorno [152].
A esa amenaza contribuía la Ley 23 de 1967, llamada de la Arganzuela, por la cual el Estado cedía al Ayuntamiento de Madrid una franja de terreno junto al río Manzanares para ser convertida en zona verde antes de diez años, a la que debían sumarse los solares del Matadero Municipal y del vecino Mercado de Frutas y Verduras, realizado en 1926 también por Luis Bellido, si bien con la determinante colaboración de Javier Ferrero. La primera fase del referido parque fue inaugurada en mayo de 1969, pero la segunda, la que contemplaba la demolición del establecimiento de Bellido, fue prorrogada en 1977 con un lustro más.
Mientras, se proyectaba un nuevo matadero en el nuevo centro de negocios de la alimentación denominado Mercamadrid, una empresa mixta creada en 1973 y adscrita a la Concejalía de Economía del Ayuntamiento de Madrid, la cual nacía acorde al censo de población y área geográfica que debía suministrar, con instalaciones adecuadas desde el punto de vista técnico y sanitario, y un emplazamiento periférico, que no ocasionaba perturbaciones en el tráfico urbano de la capital [153].


Frente a la legislación aprobada, comenzó a suscitarse en Madrid un clima cultural de defensa de las edificaciones municipales, en línea con una nueva y generalizada concepción de la protección del patrimonio arquitectónico y urbano, que reclamaba su reconversión en otro uso, sobre la base de su buen estado de conservación y su alta categoría histórico artística. Se trataba, en definitiva, de no repetir otro funesto episodio como lo había sido el aún reciente derribo del Mercado Municipal de Olavide en 1977.
La reacción por parte del consistorio madrileño primero fue tímida, centrada en la protección del pabellón central, el de Administración, el que el propio alcalde D. José Luis Álvarez veía en 1978 “factible conservar, dado su valor arquitectónico” [154], para final y felizmente lograr extenderla a la mayoría del conjunto.
El proceso no resultó fácil. A la par que se decidía el futuro de las edificaciones que quedarían comprendidas dentro del Parque de la Arganzuela, en 1981 se procedía a la transformación y modernización de las instalaciones que aún funcionaban en el Matadero, a fin de adaptarse a la reglamentación vigente y evitar así el cierre que el Ministerio de Agricultura exigía para el 5 de agosto, en caso de no llevarse a cabo [155].

Proyectos realizados e irrealizados.

La dilación de actuaciones al respecto iría propiciando la opción conservacionista y su implantación en la opinión pública, si bien la permanencia de los edificios del Matadero, y también los del inmediato Mercado de Frutas y Verduras, seguía chocando con la citada Ley de 1967, por lo que debía ser modificada por las Cortes, previa aprobación del Consejo de Ministros. Ésta no se alcanzó hasta marzo de 1983, afectando a todo el conjunto, que tendría que ser destinado a equipamientos colectivos y servicios generales, aun cuando uno de ellos, la Casa Administración, popularmente conocida como Casa del Reloj, ya había sido definitivamente exceptuada por entonces su demolición, en el Plan Parcial de Ordenación del Parque de la Arganzuela.


Gracias a ese plan, se pudo emprender inmediatamente su reforma para sede de la Junta Municipal del Distrito, más centro cultural y biblioteca [156], proyecto fechado en 1983 y firmado por el arquitecto Rafael Fernández- Rañada. El resto del conjunto habría de quedar sujeto a la pretendida revisión del Plan General de Ordenación Urbana de Madrid [157], con las limitaciones que supusieran la recuperación constructiva y funcional de los edificios y las adaptaciones para corregir las posibles lesiones y facilitar su cambio al uso asignado.
Una primera medida fue la concentración en la zona Sur de todas las secciones del Matadero, en realidad los edificios proyectados por Bellido con este fin específico, liberando así al resto de pabellones para los que pronto comenzó la búsqueda de un destino socio-cultural.
Una propuesta interesante, pero malograda, fue la que planteó instalar en las antiguas caballerizas la sede de la televisión regional, Telemadrid, cediendo el Ayuntamiento varias edificaciones, por un número determinado de años y a cambio de su rehabilitación [158], pero compatibilizando su uso con otros previsibles, como la dicha junta municipal, así como aulas y laboratorios para la Universidad Española a Distancia, que tampoco se llevarían a cabo [159].
En 1989, las condiciones sanitarias del Matadero Municipal comenzaban a ser deficientes, a pesar de las inspecciones, sus gastos de explotación gravaban, más que beneficiaban, al Ayuntamiento y, por ende, su incidencia en el abastecimiento y comercialización de carne de la Comunidad de Madrid descendía, no alcanzando en esa fecha más del 20 % de los sacrificios totales realizados en ella [160].


Era evidente que el uso para el que habían sido proyectados estos edificios de Legazpi era cada vez más cuestionable, mientras otros muy diferentes se iban adaptando en las naves, que, desde hacía tiempo, ya se encontraban vacías o semivacías.
Así, en 1987, el mismo arquitecto Fernández-Rañada transformaba respetuosamente la antigua nave de estabulación y venta de terneras en pabellón de actos culturales y deportivos [161] y, tres años más tarde, el Ayuntamiento de Madrid proponía la conversión de la de ganado vacuno, luego destinada a la comercialización de patatas [162], en invernadero acristalado, cuyos 7.100 m2 de superficie iban a permitir albergar más de 9.000 plantas de 800 especies, preferentemente tropicales y subtropicales [163]. Esta nave se convertiría así en otra de las piezas clave del mismo Parque de la Arganzuela, al modo de las estufas decimonónicas europeas, la cual sirve de orden y referencia para laberintos, estanques, pérgolas, plazas ajardinadas, mercadillo de flores, etc [164]. Sus elementos compositivos y constructivos fueron mantenidos y rehabilitados, a excepción de la cubierta, que fue ejecutada con láminas de vidrio armado. El autor de este proyecto y de la primera fase del Parque, el arquitecto Guillermo Costa, dividió la planta de la nave en cinco sectores, cuatro rectangulares en los ángulos, con su microclima adecuado, y uno central para actos institucionales y representativos municipales, con su propio escenario. Contaba además con fuentes y estanques [165] y pequeñas cascadas, para “facilitar la presencia de peces y aves propios de los espacios naturales recreados en el jardín botánico” [166].
En febrero de 1991 comenzaron las obras y un año después se inauguraba el pabellón y el parque, en la primavera, tras una inversión de mil ochocientos millones de pesetas, superando aquél al reciente invernadero de la Estación de Atocha en tamaño, capacidad y medios técnicos, controlando la temperatura, radiación solar y humedad por ordenador [167]. Era, en suma, la “estrella” del nuevo Parque, que por sí sola se llevaba el 75 % de la inversión total.
En cuanto al resto de dicho nuevo Parque, de poco más de 6 ha en total, se levantaba en la mayor parte de los terrenos que fueran ocupados por el Mercado de Ganado de Trabajo, que desapareció, concibiéndose en continuidad de los espacios ajardinados que jalonaban el río Manzanares en su recorrido por el distrito. Contaba con un laberinto al Norte, con altos setos y muros de mampostería, un estanque de casi 100 m de longitud, al mediodía de la antigua nave de patatas o invernadero, y una gran plaza circular ajardinada, como centro de la composición [168].
Comprendida también es esta actuación, pero fruto de un acuerdo entre el Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento de Madrid, sería la rehabilitación de otra de las naves del sector Norte, los antiguos establos de vacuno, para su adaptación como sede del Ballet Nacional de España y la Compañía Nacional de Danza, ante la precariedad de la anterior, en el Teatro Real, y tras el cierre para su remodelación. Se encargó este proyecto al arquitecto Antonio Fernández Alba, en colaboración con José Luis Castillo- Puche, quienes en 1990 [169] plantearon una intervención delicada, “no agresiva con respecto a la tipología construida”, medida y restitutiva, en gran modo, de sus características arquitectónicas. El edificio se organizaba en 19 naves, adosadas y autónomas, y dos plantas, reformada la baja para recepción, salas de ensayo, vestuarios, talleres y almacenes, y la alta para administración y dirección, servicios generales y talleres de diseño. Manteniendo en gran medida las divisiones transversales, los arquitectos no dudaron en crear un eje longitudinal para la circulación, independiente de los usos, e introducir materiales y estructuras nuevas, así como instalaciones, donde fuera preciso, sin perturbar el perfil volumétrico, incluso la cubierta, a la que sólo se le añadió un lucernario corrido, situado en el centro de cada una de las naves [170].
Con respecto a los demás pabellones del Matadero, los que todavía seguían en funcionamiento con este uso, la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid daría un plazo al Ayuntamiento hasta el 31 de diciembre de 1995, sin opción de prórroga, para que adaptara sus instalaciones a la normativa europea y al real Decreto 147/1993 de 29 de enero, que introdujo nuevas “exigencias sanitarias para el sector cárnico” [171].
No obstante, el consistorio madrileño decidiría su cierre y traspaso del negocio de la matanza a manos privadas [172], ante la supuesta imposibilidad de modernización y su más real costoso mantenimiento, por su baja productividad, lo que se llevó a efecto el 2 de enero de 1996, tras más de setenta años de existencia, con una fúnebre despedida en la prensa madrileña, como en El País, en el que se afirmaba “el matadero se ha muerto” [173]. Y lo hizo envuelto en la polémica de su cierre, que para la oposición municipal había sido irregular desde el punto de vista administrativo, pues para ciudades de más de 20.000 habitantes era obligada la autorización de la clausura por parte de la Comunidad, la que finalmente recibió dieciocho días después [174].
El centro cárnico de la nueva ciudad alimenticia de Mercamadrid comenzó a forjarse en 1996, si bien no fue inaugurado hasta tres años después, sumándose al resto de instalaciones allí existentes, como el de Pescados (1982), el de Frutas y Hortalizas (1983), el de Plátanos (1986) o el Frigorífico General (1990). El mercado de ganados cuenta con 42.000 m2 construidos en tres plantas y 11.000 m2 de servicio.
La protección que amparaba a las naves del Matadero y Mercado de Ganados exigía un uso respetuoso con su arquitectura, por lo que pronto comenzaron a barajarse diferentes posibilidades, en las que predominaba el carácter cultural de aquél. En 1997 se plantearon tres nuevos destinos para las naves vacías: uno dedicado a la comunicación, promovido por la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, otro para coches antiguos y el tercero para la arquitectura, a quien se le adjudicarían 5.500 m2 [175]. Sin embargo, este espacio para la cultura fue visto por los responsables municipales como excesivo, por lo que comenzaron a introducir otras funciones, como espacios cinematográficos u hosteleros, zonas verdes y de recreo, mercado de artesanía, etc., con el fin de convertirlo en un Covent Garden a la madrileña [176].
Mientras se tomaba la decisión global, a través de un plan director que debería estar aprobado en 1998, se procedió a la limpieza de naves, eliminando añadidos inconvenientes, y a la rehabilitación de sus cubiertas y estructura, dejándolas aptas para la intervención. No obstante, estos trabajos venían acometiéndose periódicamente desde 1986, si bien ahora el Departamento de Proyectos de Edificaciones del Ayuntamiento de Madrid, dirigido por el arquitecto Guillermo Costa y con la participación de las también arquitectos Carmen Gil y Mar Moralejo, debía centrarse en las naves de estabulación y venta de ganado lanar y de cerda y en las de matanza del primer tipo, más la de ternera. Se trataba de una primera fase, que se concluyó en mayo de 1999, en la cual se procedió a la limpieza de fachadas y elementos estructurales originales, jácenas, cerchas y correas, así como a la retirada de instalaciones obsoletas [177].
Tras una inversión de 400 millones de pesetas (2.400.000 euros) por parte del Ayuntamiento de Madrid para dichas obras, las propuestas de usos de las naves continuaban sucediéndose paralelamente, mientras quedaban en el olvido las más antiguas, si bien todas pasaban por la asignación de funciones culturales. De este modo, fueron pasando también por el Matadero, un museo del aire y otro del agua, un teatro experimental, estudios para artistas, alquilados a pintores y escultores, o talleres de artesanía hispanoamericana [178], aunque la única utilización real y parcial hasta entonces fuera la de plató cinematográfico para el rodaje de películas, de algunas de las cuales todavía quedan restos esparcidos aquí y allá [179].

Las protecciones urbanísticas.

En 1997, el Plan General de Ordenación Urbana de Madrid incluyó el Matadero Municipal en el Catálogo de Edificios Protegidos, asignándole el Nivel 2, grado estructural, afectando a todo su perímetro y a 48 edificios independientes, y le calificó como Dotacional de Servicios Colectivos en su clase de Equipamiento Singular (ES), constituyendo Suelo Urbano común. Su uso cualificado y característico es el de Equipamiento y Administración Pública, el cual incluye las siguientes posibilidades en el nivel de implantación Singular: Educativo, Cultural, Salud, Bienestar Social y Religioso. Además, el conjunto del Matadero se halla localizado dentro del apartado de “Protección Arqueológica. Terrazas del Manzanares” con el Nivel B [180].
Para poder llevar a cabo los distintos proyectos, el gobierno municipal tuvo que introducir una modificación puntual en el Plan General el 9 de octubre de 2001, por la cual se descatalogaban varios edificios de servicios existentes en la zona próxima al Vado de Santa Catalina, exceptuando el depósito del Matadero por su interés, se cambiaba la calificación a dotacional de Servicios Colectivos, en su clase de Equipamiento Singular, del Mercado de Frutas y Verduras, que había quedado comprendido dentro del Plan del Matadero, y se incluían en su ámbito los cercanos talleres y parque de limpiezas municipal, importantísima obra racionalista de José de Azpiroz y Javier Ferrero de 1933. Igualmente, se preveía la posibilidad de que el 50 % de los 130.000 m2 que comprendía se destinaran a ocio y comercio, salvo en parcelas dotacionales[181], donde no excedería del 25 % [182], e incluso que ese uso fuera gestionado por empresas privadas en su totalidad [183].
El 20 de junio de 2002 se aprobaba definitivamente el Plan Especial de intervención, adecuación arquitectónica y control urbanístico-ambiental de usos en el ámbito del antiguo Matadero Municipal, redactado bajo la dirección de la arquitecto Sara de la Mata Medrano, si bien existían al respecto algunas ideas previas, apenas si tomadas en consideración, que fueron aportadas por los dichos arquitectos Antonio Fernández Alba y José Luis Castillo-Puche Figueira, a quienes el propio concejal de urbanismo Ignacio del Río había pedido dos años antes que establecieran qué “espacios se pueden utilizar para uso cultural” y cuales para el ocio. Incluso le había pedido el concejal a Fernández Alba que ubicara en una de las naves del Matadero el Museo de Antropología, a fin de trasladarlo desde la Glorieta de Atocha, lo cual no se ha llevado a efecto [184].
El Plan Especial contemplaba como fines: la consolidación y reestructuración de las edificaciones que integran el ámbito, plan de obras específico para cada una de ellas, atendiendo a su morfología, estado de conservación y características de sus elementos, distribución de la edificabilidad, destinando casi la mitad a equipamientos, la remodelación de los espacios libres, si bien manteniendo su carácter cerrado, la construcción de aparcamientos subterráneos, en pro de la calidad ambiental, la definición de una nueva fachada sobre el río o la conexión con el Mercado de Frutas y Verduras. Y es que el Plan Especial del Matadero aspiraba a ser una operación urbana más amplia, en la que incluso se integraran los viarios circundantes, especialmente la M-30, soterrándola para mejorar y desarrollar el espacio público, la sustitución y traslado del Puente de Andalucía o la desaparición del de Praga.
El conjunto lo dividían los arquitectos en tres zonas: a) el área específica del Matadero y Mercado de Carne, con dos sectores, el Norte, ya rehabilitado, y el meridional, integrado por once naves vacías y en proceso de reparación y consolidación; b) el Mercado de Frutas y Verduras, en aceptable estado; y c) los talleres generales, llamados Edificio Parque Sur. La inversión necesaria para la restauración de las naves contempladas en el Plan Especial, la construcción de los aparcamientos y la urbanización se calculaba en unos 125 millones de euros.

El futuro del antiguo Matadero y Mercado de Madrid.

Desde esa fecha hasta la actualidad, algunos proyectos parecen cobrar realidad, como la denominada Casa del Lector, gracias al convenio suscrito entre el Ayuntamiento de Madrid y la Fundación Sánchez Ruipérez el 3 de octubre de 2002, por el que aquélla habrá de instalarse en las antiguas naves de matanza de vacuno. El objetivo de esta institución es el de convertirse en un servicio útil a la sociedad, pues todas sus actividades son gratuitas, estructurándose en tres áreas: formación, información y divulgación, con aulas, bibliotecas, centro de documentación y salas de exposición, destinadas permanentemente a la exhibición de muestras relacionadas con el libro y la lectura.


Más reciente es el acuerdo entre el consistorio, la Comunidad de Madrid y la Fundación Arco, fechado el 4 de marzo de 2003, por el cual se cedían a esta entidad las inmensas naves de exposición de lanar y cerda, para colocar su importante colección de arte, esto es, 166 obras de 133 artistas, entre los que destacan Antoni Tàpies, Lucio Muñoz, Antonio Saura, Kapoor o Boltanski, las cuales habían sido adquiridas en las sucesivas ediciones de la Feria. Las partes se comprometían así a contribuir por igual en la adecuación de las naves, quedando en suspenso la negociación sobre la financiación de sus actividades [185], en cualquier caso competencia de las dos administraciones públicas citadas, más la Cámara de Comercio e Industria y Caja Madrid, todos patronos de la Fundación ARCO, la cual fue creada en 1987 con el objetivo de “promover el coleccionismo de arte contemporáneo y cumplir un compromiso de mecenazgo cultural” [186].
Con el fin de conseguir la rehabilitación integral del establecimiento y su incorporación al tridente cultural: Museo del Prado, Thyssen y Reina Sofía, propósito ya recogido en el Plan Especial, el Ayuntamiento decidió convocar un concurso en julio de 2002 [187] para la gestión del resto del recinto, concediendo suelo público para usos privados de carácter terciario y equipamiento, además de la urbanización de los espacios libres entre las naves y construcción de un aparcamiento de 1.288 plazas. En el Pliego de Prescripciones Técnicas quedaban claras sus metas: la recualificación del tejido urbano en el que se asienta el Matadero, extendiendo la centralidad de la ciudad hasta el río Manzanares y, de este modo, potenciar un área tradicionalmente marginada. Sin embargo, el concurso habría de quedar desierto por falta de licitadores [188].
Queda así en suspenso la definitiva configuración de esta proyectada Ciudad de las Artes, o más concretamente de la Cultura, el Ocio y la Tecnología, en las antiguas naves del Matadero Municipal, sobre las que, además de las actividades de las referidas fundaciones, ARCO y Sánchez Ruipérez, siguen planeando otras de distinto signo, como las de un museo de la Lengua Española, un punto de encuentro de las culturas iberoamericanas e incluso un centro de documentación de la arquitectura, fruto de conversaciones, no concretadas, con el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid. Este tendría el carácter de archivo, museo y lugar de reunión de estudiosos e interesados en la materia.
Aunque la diversidad de funciones en el recinto podría poner en peligro su unidad, el Ayuntamiento pretende resolverlo mediante la interrelación y comunicación de experiencias, formación y producción entre las instituciones aquí asentadas, materializada en una nave común destinada a librería especializada, cafetería, “cibercafé” y restaurante [189].
Mientras el proyecto se pone en marcha la Concejalía de las Artes, de la que depende el viejo establecimiento, ha dispuesto la ejecución de obras en el mismo con carácter de urgencia, para lo cual ha librado una partida de 215.000 euros.

Subir Bajar