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La Feria Internacional del Campo

Antecedentes

Aunque entre los años 1925 y 1930 el espacio que ahora ocupa el recinto ferial de la Casa de Campo había sido utilizado por la Asociación General de Ganaderos del Reino para la exposición de sus mejores ejemplares, es a partir de la I Feria Nacional del Campo, desarrollada en la primavera de 1950, cuando se inicia un proceso ininterrumpido de construcción edificatoria que se extiende hasta la actualidad. Comienza así un proceso de más de medio siglo puntuado por obras de notable calidad cuyas características permiten elaborar un discurso razonado acerca de la evolución de la arquitectura madrileña, en la que conviven edificios de un tradicionalismo vernáculo con otros de adscripción moderna. Los terrenos de la I Feria crecerían progresivamente hacia el oeste desde su ubicación original en el ámbito delimitado por el Arroyo de Meaques y la actual Avenida de Portugal, creando una suerte de parque urbano en el interior de la Casa de Campo. Ésta ha sufrido continuos cambios desde su fundación como Real Sitio a mediados del siglo XVI, bajo el reinado de Felipe II. Durante los cuatro siglos que siguieron permaneció ligada a la monarquía, experimentando ampliaciones de diversa magnitud, hasta que en 1931 la II República se hace con los bienes del Patrimonio de la Corona, y la transforma en Jardín Histórico-Artístico de uso público, que es cedido inmediatamente al Ayuntamiento de Madrid. Durante la Guerra Civil, al convertirse en uno de los frentes de combate más importantes, la Casa de Campo sufre numerosos daños, aunque es después, con el advenimiento del régimen franquista, cuando el impulso al aprovechamiento económico de ciertos espacios provocará una mayor transformación de su carácter original.

Tras la contienda, la gestión y propiedad de la Casa de Campo se atribuye inicialmente a Patrimonio Nacional, pero en 1963 retorna al Ayuntamiento de Madrid. En cuanto a los terrenos que había ocupado la Asociación General de Ganaderos, serían gestionados por la Organización Sindical, a través del Sindicato Vertical de Ganadería. La restauración de la democracia significó la disolución de la Organización Sindical, por lo que el Ayuntamiento de Madrid se atribuyó la pública posesión del recinto de la Feria del Campo, y creó para su gestión en 1978 una Dirección de Instalaciones Feriales, sustituida dos años después por el Patronato para el aprovechamiento de las instalaciones del recinto de la Feria del Campo. Dos décadas duraría este organismo, financiándose mediante el arrendamiento de espacios y las subvenciones municipales, hasta que en 2001 se incorporó a la Empresa Municipal Campo de las Naciones, cuyo nombre se cambia en 2006 por el de Madrid Espacios y Congresos.

La transformación que experimentó la Feria Nacional, que amplió sus ambiciones y pasó a ser Feria Internacional a partir de la segunda edición, en 1953, ha provocado el uso inconsistente de dichos términos en diversos documentos históricos.
Aquí se utiliza la cronología y nomenclatura siguientes, que es, al fin y al cabo, la mantenida por los propios organizadores de las sucesivas Ferias.

  • Feria Nacional del Campo I 1950
  • Feria Internacional del Campo II 1953
  • Feria Internacional del Campo III 1956
  • Feria Internacional del Campo IV 1959
  • Feria Internacional del Campo V 1962
  • Feria Internacional del Campo VI 1965
  • Feria Internacional del Campo VII 1968
  • Feria Internacional del Campo VIII 1970
  • Feria Internacional del Campo IX 1972
  • Feria Internacional del Campo X 1975

I Feria Nacional del Campo (1950)

Un proyecto como el de la Feria Nacional del Campo, que posteriormente se convertiría en internacional, no podría haber crecido como lo hizo si no hubiera contado con un fuerte respaldo de los dirigentes del régimen franquista. Respaldo que provenía de dos fuentes principales: por un lado la económica, pues el sector agrario no había sufrido tanto como el industrial las destrucciones de la guerra y fue capital durante mucho tiempo, y por otro lado la moral, derivada de la caracterización por parte de la Falange del medio rural como uno que conservaba virtudes ausentes de la ciudad, opinión que Franco hizo manifiesta en el discurso de inauguración de la Feria Nacional.

Esta Feria demostrará a todos los españoles que la visiten el esfuerzo campesino de nuestra nación, les revelará que España es eminentemente campesina; que España es mucho más que el chiste frívolo de sus ciudades; que el campo no puede volver a ser explotado políticamente por los hombres; que ya no es una realidad abandonada, sino que sabe organizarse, y que en su organización une los brazos y el esfuerzo de todos para su resurgir.
El armazón ideológico del franquismo inicial se sustentaba sobre los postulados falangistas, expuestos por primera vez en octubre de 1934 en un documento de 27 puntos, entre los cuales había seis dedicados a la tierra. España era todavía un país predominantemente agrario en el que desde hacía siglos los conflictos sociales se relacionaban sobre todo con la propiedad de la tierra y su modo de explotación, por mucho que la aparición del proletariado urbano en la segunda mitad del siglo XIX contribuyera a crear tensiones sociales de distinta naturaleza. Es comprensible por tanto que la Falange, a través de la Organización Sindical Española, impulsara la creación de las sucesivas Ferias del Campo, que se convirtieron desde el principio en un instrumento más del arsenal propagandístico que tan efectivamente utilizó el falangismo al servicio de Franco. En el despliegue exitoso de los certámenes es preciso señalar el cambio de rumbo económico que, aunque tímidamente, inaugura la década de los cincuenta, con algunos signos de flexibilización económica.
Esta progresiva mejoría de la economía se puede percibir en los medios utilizados para la construcción de los pabellones en las sucesivas ediciones, así como en su ambición creciente.


De esta manera, la I Feria Nacional del Campo, que abrió sus puertas el 27 de mayo de 1950, estaba asentada sobre principios ideológicos firmes y contaba con el apoyo imprescindible de Franco, quien recibió con mucho aprecio la propuesta que le hizo el que sería comisario de la Feria, Diego Aparicio1. Jaime Ruiz había recibido el encargo de la ordenación de los terrenos de la Casa de Campo en 1948, pero debido a la premura del trabajo, decidió colaborar con Francisco Cabrero. Aunque el plan general fue realizado por ellos dos, que también diseñaron la mayoría de las piezas principales, como la Torre mirador o la Plaza de acceso, en el conjunto de 42 pabellones participó una muestra selecta de arquitectos madrileños de la época, como Carlos Arniches, Carlos García San Miguel o Manuel Jaén.
El recinto ferial debía adaptarse al terreno irregular y de carácter boscoso, así como integrar algunos restos que se habían conservado desde las exposiciones de ganado desarrolladas en los años treinta, como la Pista de Exhibiciones. El diseño preveía un conjunto ordenado y de carácter cerrado, un propósito inicial que se desdibujaría posteriormente con el crecimiento de las sucesivas ferias. Estructurado en torno a dos ejes principales, esta suerte de zoco rural estaba rodeado por una calle de circunvalación. A través de una plaza circular rodeada por un pórtico de bóvedas blancas de gran liviandad y flanqueada por una sala de recepción y un salón de actos, se accedía a una cuadrícula sencilla, y se iniciaba un recorrido ascendente a través de las zonas de exposición y de un pinar de esparcimiento hasta llegar a la torre mirador, verdadero punto de atracción que resaltaba verticalmente sobre la horizontalidad del esquema. Este eje principal estaba cortado perpendicularmente por otro que unía la Pista de exhibiciones con el Pabellón de maquinaria agrícola, un edificio que tenía forma de herradura en planta.
Al oeste del pinar se situó un conjunto de pabellones oficiales individuales, como el Pabellón de la Obra Sindical del Hogar o el del Sindicato Nacional de Alimentación.
En su afán de singularizar sus pabellones con motivos regionales, los expositores invalidaron y ocultaron la desnudez y el uso austero de los materiales pretendidos por Cabrero y Ruiz, y de esta manera se encargó de resaltarlo Alejandro de la Sota [2].


En dos momentos distintos podría hacerse una crítica de la I Feria Nacional del Campo, que con tanto éxito acaba de celebrarse en Madrid: el primero, durante las obras de construcción, a punto de terminar su arquitectura; el segundo, abierta ya la Feria. Se considera importante señalar estos dos momentos, ya que desde el punto de vista arquitectónico tal vez haya tenido mayor interés en la primera de las fases que en la segunda, cuando todo lo puro, intencionado, lo de mayor valor de entonces, se había olvidado y enmascarado por tanta “decoración” como se le echó encima...
Sería ésta una tendencia que se mantendría durante muchos años, hoy todavía evidente en muchos de los pabellones existentes, y que tiene un precedente histórico en el Poble espanyol de Barcelona, construido en 1929 con motivo de la Exposición Universal durante la dictadura militar de Primo de Rivera, y que pretendía reunir en un único conjunto las principales cualidades de los pueblos españoles. Ello daría lugar a una Feria compuesta por una combinación de edificios de sabor folklórico, representantes de las diversas regiones españolas, en convivencia con otros que renunciaban a las hipotecas estilísticas y trataban de revisar la arquitectura rural desde presupuestos modernos.


Después de una década de autarquía y estancamiento la lamentable situación económica impuso la utilización de sistemas constructivos tradicionales y de materiales autóctonos. Así, la carencia de hierro, unida a la urgencia del proyecto, produjo unos resultados formales claros, pues se emplearon con profusión bóvedas, arcos parabólicos, muros y contrafuertes de ladrillo. Cabrero y Ruiz hacen de la necesidad virtud, y consiguen una imagen potente derivada de las necesidades estructurales. En palabras de Alberto Grijalba Bengoetxea: “(...) los elementos estructurales se apropian de la imagen figurativa del conjunto, aunque en este caso, se remiten de un modo textual a las cargas que soportan”3. Para contrarrestar los posibles empujes producidos por las bóvedas, y evitar en lo posible el uso de contrafuertes, se alterna el sistema abovedado con el adintelado. Los muros de carga de sección variable en altura facilitan el centrado de las cargas y contribuyen a afianzar la imagen dinámica del conjunto. En ese sentido se puede entender también el empleo de abundantes arcos parabólicos, que no sólo tienen un comportamiento estructural más eficaz, sino que aluden a experiencias previas italianas, y aportan una cierta carga de modernidad.

II Feria Internacional del Campo (1953)

Tres años más tarde, en 1953, se inauguraba la Feria Internacional del Campo, con presencia de expositores de Alemania Federal, Austria, Bélgica, Cuba, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Holanda, Inglaterra, Italia, Portugal y Suecia. La situación internacional de España estaba normalizándose, y al ingreso en la UNESCO el año anterior (1952) había que sumar los pactos militares con Estados Unidos y la firma del Concordato con la Santa Sede el mismo 1953, a la espera del próximo ingreso en la ONU (1955). En cuanto a la economía, también se estaba produciendo un deshielo progresivo, algo que quedará patente a partir de esta edición con la construcción de edificios más ambiciosos.
Ante la nueva vocación de la feria se hizo obligado un aumento de la superficie de exposición y la consiguiente construcción de nuevos pabellones. El recinto ferial experimenta una ampliación de su superficie de cuatro veces y media la original, en dirección oeste hasta las vías del metro, pasando de 150.000 a 650.000 metros cuadrados y de 42 pabellones a 2124. Respecto de la I Feria se mantuvo una serie de directrices en el diseño del conjunto, si bien hubo cambios significativos en otros aspectos.
Entre las diferencias, la principal es el cambio de un modelo eminentemente cerrado, en el cual los stands de las provincias se encontraban en el zoco a ambos lados del eje principal, a otro más orgánico en el que los nuevos pabellones se levantan de forma independiente, tomando más en consideración la topografía y flanqueando la nueva calle de circunvalación. Con el nuevo modelo se fomenta la singularidad de las nuevas construcciones y su dispersión, frente a los criterios más homogéneos de la I Feria.[5]

Con la creación de una nueva vía de circunvalación se mantiene uno de los elementos que estructuraba la I Feria, y que se revela esencial en las sucesivas. Para la etapa que inaugura la Feria Internacional se abrieron dos nuevas entradas al recinto, una en la actual Puerta del Ángel y la otra en la cota más elevada, donde se ubicaría la gran Pista de Exhibiciones sobre la cual se halla en la actualidad el estadio Madrid Arena. Una de las mayores virtudes del esquema ideado por Cabrero y Ruiz y que a pesar de las demoliciones aún perdura es la comprensión de la topografía y el aprovechamiento que de ella se hace para conseguir una acertada simbiosis entre topografía, edificación y paisaje. La topografía ascendente hacia el oeste favorece también el mantenimiento de la idea de procesión que culmina en un punto de significativa importancia, en este caso el Palacio de Agricultura (el conocido como Pabellón de la Pipa), y la mencionada Pista de Exhibiciones. Levantado por Cabrero y Ruiz, la planta en S del Palacio de Agricultura envuelve la Pista de Exhibiciones al este y preside un espacio de acogida al oeste. Su atractiva forma dinámica y sus grandes dimensiones hicieron de él el pabellón principal del conjunto hasta la construcción del Pabellón de Cristal.
Además del Palacio de la Agricultura, los edificios más representativos de esta edición fueron el Pabellón de Canarias de Secundino Zuazo y el Pabellón de Ciudad Real de Miguel Fisac y Germán Valentín. El primero de ellos se encontraba precedido por cuatro terrazas abancaladas, que aún se conservan, y se componía de una nave alargada a modo de pórtico en la que se ubicaban los stands de los expositores y de un tranquilo patio octogonal situado en la parte posterior de la nave en el que culmina el recorrido ascendente. En el Pabellón de Ciudad Real, también desaparecido, es posible rastrear la influencia que la arquitectura nórdica y la arquitectura vernácula dejaron en Fisac. Se trata de un curioso pabellón, organizado en torno a dos patios comunicados entre sí y rodeados por fragmentos de arquitecturas populares manchegas, cuya reunión genera una planta descoyuntada muy sugerente. El uso de elementos constructivos de origen popular, pasado por el tamiz de un tratamiento reduccionista y de vocación moderna, motiva la casi desaparición de los aleros y la distribución en apariencia aleatoria de los huecos, produciendo una imagen de abstracción casi metafísica.
Es necesario señalar que junto a estas dos obras cuya inspiración popular se ve matizada por la actitud moderna de los arquitectos, también se levantaron reproducciones fieles de elementos históricos, como la Puerta Nueva de la Bisagra, basada en la de Toledo, cuyo núcleo central es árabe, o la Torre de Bujaco, copia de la que se encuentra en la Plaza Mayor de Cáceres, y que aunque actualmente tiene aspecto medieval está construida sobre un fortificación romana y posteriormente almohade.

III Feria Internacional del Campo (1956)

 

A nivel del conjunto de la feria, en esta edición se produjo una ampliación más, en este caso dirigida desde la zona representativa del Palacio de Agricultura y de la Pista de Exhibiciones hacia el norte. En esa dirección, el fuerte desnivel impuso una solución aterrazada, basada en tres planos que escalonan el terreno desde la Avenida Principal hacia la Ronda del Lago, y sobre los cuales se ubicarían stands desmontables. Se levantaron más pabellones, se amplió el número de expositores y se mantuvo asimismo esa característica convivencia entre arquitecturas populares y ejemplos de arquitecturas que buscaban nuevos caminos en los principios de la modernidad.


Entre los pabellones de perfiles neopopulares se pueden señalar como los más significativos de este momento el Pabellón del Vino Español, de Carlos de Miguel, y el Pabellón de Granada de Francisco Prieto Moreno. El primero de ellos se limita a una pequeña torre troncocónica, encalada, con dos miradores, y apoyada sobre un volumen prismático menor. En esa línea de sencillez compositiva se inscribe también el Pabellón de Granada, un edificio semicircular y encalado [6]. Entre las obras que buscan decididamente otra arquitectura destaca en esta feria un edificio relevante en la trayectoria de Alejandro de la Sota: el Pabellón de la Cámara Sindical Agraria de Pontevedra. Constructivamente sencillo, y próximo en su plástica al purismo de Le Corbusier, su planta organiza un recorrido a través de espacios abiertos, cerrados y semicerrados, en los que se exponen diversos motivos de la provincia representada.
Francisco Cabrero y Jaime Ruiz seguían siendo los encargados de diseñar los pabellones de más entidad para algunos organismos oficiales participantes. En 1956 culminan el Pabellón Principal, iniciado tres años antes. Es éste un edificio singular, aunque ha sido muy maltratado por sucesivas actuaciones. Sus elementos más característicos son la marquesina que cubre el acceso suspendida con cables de dos pantallas de hormigón y la cubierta ondulada también de hormigón, sostenida por pilares circulares, y que confiere al enorme espacio interior una personalidad propia.

IV Feria Internacional del Campo (1959)

La edición de 1959 casi coincidió con la promulgación del Plan de Estabilización (6 de marzo de 1959), y así como éste significó un punto de inflexión para la economía española que daría lugar al desarrollismo subsiguiente, las arquitecturas que se construyeron para la IV Feria Internacional tuvieron una gran relevancia en la historia de la arquitectura española contemporánea.
En primer lugar, se levantó el pabellón desmontable que había representado a España en la Exposición Universal de Bruselas en 1958, obra de Ramón Vázquez Molezún y José Antonio Corrales. Diseñado para una colina boscosa en Bruselas, su concepción se basaba en un único elemento repetido, el paraguas de planta hexagonal, y ello le proporcionaba una enorme capacidad de adaptación a los condicionantes del terreno. Dicho paraguas proporcionaba estructura, cubierta y evacuación de aguas pluviales por el interior del mástil. Se trata de uno de los edificios más importantes del siglo XX español, y es por ello lamentable contemplar el estado de ruina en que se encuentra.


Para esta Feria, Cabrero y Ruiz levantaron el Pabellón del Ministerio de la Vivienda, una de sus obras más relevantes. A finales de los cincuenta y en un contexto económico más favorable, el hierro no era ya un material prohibitivo, por lo que comienza en la trayectoria de Cabrero lo que él dio en llamar su “edad del hierro”. Ya en 1957 y en el mismo recinto ferial había construido junto a Ruiz la Escuela Nacional de Hostelería, un edificio plenamente moderno de resonancias neoplasticistas, organizado en U en torno a un patio, y en el cual la estructura metálica es no sólo visible, sino que asume la expresividad figurativa del edificio7. Pero sin duda el Pabellón del Ministerio de la Vivienda supuso otra de las cimas de la arquitectura del recinto de la Feria Internacional, aunque hoy se halle también gravemente desfigurado. Sus cuatro volúmenes de ladrillo enmarcados por la estructura metálica se escalonan levemente en sección para seguir la pendiente natural y se desplazan entre sí en planta para conseguir vistas diagonales en un espacio interior diáfano y fluido. El resultado es un edificio cuya estructura es de nuevo la protagonista y cuyos materiales y elegancia recuerdan inmediatamente a las obras de Mies van der Rohe en el campus de Chicago.

V Feria Internacional del Campo (1962)

 

Durante esta Feria el recinto llega a los 700.000 metros cuadrados de superficie, con un número de pabellones de 348. La construcción cuenta con materiales y sistemas progresivamente más avanzados, lo cual queda patente en algunos de los edificios, incluso recuperables, que se irán levantando en ésta y en las posteriores ediciones. Así como la industria avanza con aportaciones y capitales extranjeros, así también la arquitectura se hace más receptiva a las corrientes internacionales, y se abandona de manera paulatina el recurso a los tipos populares y vernáculos.
El pabellón que motiva este trabajo, el Pabellón de Bancadas, se construyó para esta V Feria Internacional, aunque originalmente su denominación más común fuera la de Pabellón de El Lago. Tres años después, para la VI Feria Internacional se llevaría a cabo su ampliación, y así ha perdurado hasta la actualidad. Su arquitectura y elementos serán estudiados en profundidad en la sección a él dedicada.


El resto de pabellones construidos para esta edición de la Feria no son de gran significación. Quizá deba señalarse el Pabellón de Estados Unidos, diseñado por Luis Labiano. Se trata de un volumen prismático de estructura metálica superpuesta al sobrio cerramiento de ladrillo. Por encima de éste se utiliza una celosía de lamas para iluminar, en combinación con los lucernarios en diente de sierra, el amplio espacio diáfano de exposición.

VI Feria Internacional del Campo (1965)

En esta ocasión, y en pleno desarrollismo, se presentó al público el edificio quizá más memorable del largo periodo ferial iniciado en 1950: el Pabellón de Cristal, obra también de Ruiz y Cabrero, y realizado en menos de un año. Se trata de un prisma de cristal, deudor de los planteamientos de Mies van der Rohe, pero con su propia personalidad muy marcada. Destinado a la exposición de maquinaria pesada, con unas dimensiones de 72,5x127,5 metros y organizado en tres niveles principales, este edificio se convirtió en un signo de los tiempos. La Feria Internacional del Campo reconocía los cambios que se estaban dando en un sector agrario progresivamente más mecanizado, y construía este imponente volumen oscuro, en el que, una vez más, la estructura asume un papel protagonista. Basada en un modulo cuadrado, la estructura de acero rojo se asoma al exterior y se complementa con las carpinterías de aluminio plateado, que dividen el módulo en dos, y con el vidrio antideslumbrante negro. La planta inferior, con acceso de maquinaria a nivel de calle, se caracteriza por el tratamiento masivo de los muros de contención y las grandes pilas de hormigón que sostienen el forjado de la planta superior y de la entreplanta. La planta superior, en cambio, adquiere un carácter aéreo y luminoso, facilitado por la utilización de una estructura metálica de pórticos biarticulados que prescinde de apoyos intermedios. Parece que al visitarlo en 1965, Mies exclamó “Das ist es, das ist es!”8, en señal de aprobación ante un edificio en el que cristalizaban muchas de sus obsesiones.


Justo enfrente del Pabellón de Cristal, en su lado norte, se levantó en las mismas fechas otro edificio que utilizaba las nuevas posibilidades ofrecidas por la industria: el Pabellón del I.N.I. de Francisco Bellosillo. Su objetivo inicial era la exposición de maquinaria pesada en el exterior y de otros materiales ligeros en el interior de un volumen que vuela y cuyo revestimiento de paneles de aluminio es su principal rasgo característico. Al sur la fachada es completamente ciega, mientras hacia el norte se abre un gran ventanal hacia la Casa de Campo.

VII Feria Internacional del Campo (1968)

El recinto ferial había alcanzado su máxima extensión, y a partir de esta edición las construcciones serían menos. La más relevante de la VII Feria Internacional, el Pabellón de Argentina, pertenece a un arquitecto extranjero, el argentino Clorindo Testa. Situado también al norte del Pabellón de Cristal, entre el Pabellón del I.N.I. y el Pabellón de Bancadas, se resuelve estructuralmente mediante una retícula de pilares metálicos que sostienen vigas en celosía. La utilización de una celosía de tablas de madera originalmente pintada en azul rodeando el edificio tiene la suficiente intensidad plástica como para singularizarlo. En su fachada norte se aprovecha el desnivel del terreno para encuadrar las vistas de la Casa de Campo mediante un amplio ventanal.

 

 

VIII Feria Internacional del Campo (1970)

El inicio de la nueva década ve otra edición de la Feria Internacional, en este caso dos años después de la última. El edificio más interesante fue más bien un prototipo, un experimento que se concibió y construyó en un mes. Con objeto de investigar nuevos procesos de industrialización de los sistemas constructivos se levantó el Pabellón desmontable ENSIDESA, diseñado por Rafael Leoz. Todo el pabellón se regía por el módulo “Hele” que hizo conocido a su autor y que permitía múltiples configuraciones espaciales. La versión de planta cuadrada que se montó en la Feria Internacional del Campo tenía dos niveles comunicados por una escalera situada en el centro de la planta, el inferior acristalado para exposición y el superior ciego y ocupado por una sala de proyección.
Las últimas ediciones de la Feria Internacional, la IX y la X, no dejaron en el terreno arquitectónico hechos reseñables. A la par que la vida de Franco y su régimen comenzaban a tambalearse, así el recinto ferial iniciaba un lento declive que se ha prolongado hasta la actualidad.

Etapa democrática

El periodo democrático, tan fértil en otros aspectos, ha supuesto sin embargo para el recinto de la Feria del Campo un tiempo de decadencia y de deterioro generalizado de los edificios. Primero iniciativas como la de la Ciudad de los Niños, a finales de los 70, provocaron la demolición de los pabellones pertenecientes a la I Feria Nacional, a excepción de unos pocos. Posteriormente, se creó el Patronato en 1980, que gestionaría el conjunto durante una época de progresivo abandono. La explotación de algunos de los pabellones más grandes estuvo ligada esencialmente a actividades realizadas por el IFEMA, pero de forma paulatina éstas migraron a los nuevos espacios creados en el Recinto Ferial Juan Carlos I, más moderno y conveniente.
A partir de 1985 se ha llevado a cabo una política de “esponjamiento” que ha supuesto el derribo de numerosos pabellones en desuso, justificada por la posibilidad de que cayeran en un proceso de marginalización. Es únicamente a partir de 1997 con el nuevo PGOUM cuando el recinto se califica como Área de Ordenación Especial, a pesar de que sólo se catalogan tres edificios, el Pabellón de Bruselas y el Pabellón de Cristal con protección integral, y la Escuela de Hostelería con protección estructural. En 2001 el Patronato se integra en la Empresa Municipal Campo de las Naciones, y cinco años después se aprueba el Plan Especial Feria del Campo A.O.E. 00.04. en el que se contabilizan tan sólo 50 inmuebles. Este documento establece objetivos más ambiciosos para la protección del patrimonio del recinto ferial. Para ello adopta los niveles y grados de protección del PGOUM y aumenta sustancialmente el número de edificios y elementos a proteger, clasificándolos en Nivel I Grado Singular (4 edificios), Nivel I Grado Integral (9 edificios), Nivel II Grado Estructural (25 edificios, entre ellos el Pabellón de Bancadas). Confiemos en que se cumplan sus disposiciones y ello nos permita conservar y rehabilitar este espacio singular.

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