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La Propuesta Compositiva de Manuel Álvarez Naya

Un edificio industrial, como éste de las Serrerías Belgas, debía reflejar no sólo la solidez de la empresa, sino también cumplir una serie de requerimientos funcionales, referidos básicamente a conseguir espacios amplios y diáfanos que facilitaran el trabajo y la continuidad del proceso, así como suficiente luminosidad y posibilidad de ventilación, facilitar el paso de vehículos al interior que redujeran la carga y descarga, además de introducir una tienda con su almacén y, evidentemente, ajustarse a un presupuesto poco abultado.
El arquitecto Manuel Álvarez Naya [36] cumple sobradamente con las condiciones del promotor gracias a la implantación de un nuevo sistema estructural ensayado recientemente con éxito en edificaciones industriales -como varias naves del Matadero de Madrid-, así como una mínima ornamentación que proporcione representatividad y decoro a la firma.

La estructura de hormigón armado ya había sido utilizada en Madrid desde fechas tempranas [37], pero pocas veces se había empleado con tanta desnudez formal y sinceridad constructiva. Permite este sistema estructural la consecución de amplios espacios diáfanos, que experimentan incluso con la doble altura en los talleres, perfectamente adaptados a las necesidades de un programa industrial de escasa envergadura –trabajo de la madera- pero para una empresa importante y de dilatado desarrollo. El hormigón posibilita no sólo la amplitud sino la continuidad espacial, la fluidez de los ámbitos, rasgo que facilita el proceso de trabajo, al reducir en la distribución los cerramientos necesarios de los muros de carga tradicionales.


Este hecho, junto a la ineludible ventilación –no hay que olvidar las contaminantes virutas, serrines y residuos de la madera-, permite optimizar el sistema sustentante, pues el arquitecto omite en la fachada interior del pabellón de Cenicero y en el recrecido del porche de los carros cerramiento alguno, lo que produce un edificio ligero, diáfano, que muestra valerosamente la desnudez del hormigón armado, casi con una imagen de pieza inacabada, si no fuera por los escasos aditamentos ornamentales que le acompañan.
El edificio de las Serrerías Belgas constituye un excelente ejemplo del difícil paso de la arquitectura madrileña hacia la Modernida. La arquitectura de renovación contemporánea reflejaba una sinceridad constructiva desconocida hasta el momento, así como una expresión de los sistemas estructurales, convertidos, especialmente en la arquitectura fabril, en elementos formales de primer orden. Las posibilidades espaciales de la estructura de hormigón contrastan con la decoración todavía eclecticista, aunque muy depurada, de sus alzados principales.
Álvarez Naya utilizó en su arquitectura diversos estilos, como era común en su época. con destellos del neomudéjar en sus viviendas para D. Antonio Pastor o un eclecticismo francés en el palacete del duque de Tamames. Pero su obra recoge, principalmente, un monumentalismo de comienzos del siglo XX de origen norteamericano, depurado por la mano del gran arquitecto coetáneo Antonio Palacios.
El arquitecto utiliza, como ya hiciera Palacios en esos años, unos órdenes monumentales que recorren toda la altura de la fachada y la modulan según la estructura interior. Los paños así enmarcados se oradan prácticamente en su totalidad, favoreciendo la iluminación y ventilación, con su propio sistema de ordenación interior superpuesto al principal o exterior, que en este caso de las Serrerías Belgas, prácticamente se funden.
Así, se crean dos ritmos en los alzados, el del orden gigante, que como ya se ha señalado, es triple y separado por anchos pilastrones, y el interior, que es doble, separado por pilastras de ancho mitad y grandes huecos que cubren prácticamente todo el paño, excepto la imposta que oculta el canto del forjado.
Frente a Stándard Eléctrica, hoy sede del Alcatel, del mismo año 1926 y también de Álvarez Naya, donde se independizan el sistema general que ordena la fachada y el interior de los huecos, en las Serrerías Belgas el orden menor que organiza dichas ventanas y puertas se dispone en el mismo plano, aunque con menor jerarquía reflejada en el ancho en las pilastras, mayor austeridad decorativa y, en los pasos de carruajes, tienda y escaparate como en la fachada a Cenicero, sólo se desarrolla completo en toda la altura del alzado los del orden superior. Similar sistema utiliza Mariano Aznárez en el Garaje Villamejor, en la estela de Palacios, del mismo año 1924, mientras que en la Subestación Eléctrica de la Compañía de Metropolitano Alfonso XIII de la calle Castelló, también de Palacios y un año anterior, o el también contemporáneo almacén para D. Joaquín Ripoll en la calle Fernando VI, de Francisco Reynals Toledo, sólo se desarrolla el orden gigante que cubre todo el alzado.
Este sistema compositivo permite unificar la fachada, que, dada la homogenidad del programa interior, no requiere excesivas especificaciones formales. Por ello, el arquitecto aprovecha la regularidad del entramado estructural para ordenar los alzados, pero introduce la variedad con el ritmo de las pilastras y los dos sistemas de órdenes clásicos.
El alzado más representativo, con la tienda y dos pasos al interior de la finca, era el de la calle Alameda. Álvarez Naya lo diseñó buscando la simetría con el edificio original, rematado en la esquina de Atocha con dicha calle por otro cuerpo a modo de torreón; las cornisas de la parte central de menor altura se convierten en la imposta donde se apoyan los niveles superiores en los extremos, acento vertical en edificios de marcada horizontalidad.


Entonces, el sencillo armazón compositivo marca la verticalidad en edificios muy horizontales y tendidos, por lo que se aplica tanto en las dos fachadas exteriores como en las correspondientes al patio, pero con huecos de carpintería de madera y vidrio en tres de ellas y otra totalmente abierta, con una sencilla barandilla de hierro como protección. La disyuntiva tecnológica entre ladrillo y hormigón de comienzos del siglo XX, claramente dirigida hacia el segundo material en este caso, se refuerza por la práctica desaparición de los cerramientos, realizados con vidrio y la escasa fábrica de ladrillo revocado de las impostas, que permite la expresión y valoración máxima de la estructura.
La imagen exterior de los edificios industriales en los primeros años del siglo XX en Madrid se decantaba por el ladrillo y el cuidado trabajo del aparejo, generalmente con decoraciones neomudéjares, sistema constructivo que permitía obtener, además de la necesaria economía, una dignidad formal más que suficiente y una versatilidad que incluía desde los sistemas estructurales hasta el mínimo elemento ornamental. Aledaña, y sirva como ejemplo, se encuentra la Estación Eléctrica de Mediodía, obra de Jesús Carrasco-Muñoz, hoy en proceso de remodelación para sede de Caixaforum en Madrid. Pero Álvarez Naya, en las Serrerías Belgas, va a utilizar un acabado que se consideraba más noble, el revoco con imitación de una sillería de piedra. La ubicación de la Compañía en una de las vías principales de Madrid, la calle de Atocha, el carácter urbano de la actuación y las fachadas neoclásicas de los cuerpos anteriores debieron ser las razones que impulsaron a un tratamiento más significativo de los alzados, los cuales, especialmente el de la calle Cenicero, permanecían prácticamente velados por la estrechez de las vías.
La claridad compositiva de estos alzados se origina en la modulación de la planta: la utilización de un entramado regular de pilares de hormigón armado y la composición de pabellones autónomos posibilitó ordenar las plantas de una forma funcional y de rotunda modernidad. La disposición de las escaleras y los servicios en los extremos y puntos medios de las naves permite obtener ámbitos abiertos de gran superficie idóneos para cualquier actividad fabril. La construcción por pabellones independientes fue una práctica común en las edificaciones industriales, incluso en éstas incluidas en el casco urbano, pues esta disposición permitía la autonomía de las funciones, máxima luminosidad y ventilación y la posibilidad, como así fue, de ir adicionando los pabellones según las necesidades. En la citada Stándard Eléctrica, hoy sede de Alcatel, Álvarez Naya también planteó las naves independientes, si bien se unieron posteriormente.
La diafanidad espacial, tan necesaria en un edificio de uso industrial, proporciona ámbitos de gran claridad compositiva y belleza, especialmente en los talleres. El piso primero, con su cubierta a dos aguas asumida en el interior y ritmada por la estructura de hormigón armado, culmina de forma casi expresionista en el ábside sur con la radiación estructural que cierra el polígono. Asimismo, la continuidad espacial entre las tres partes de la U se refuerza por la transparencia de los cerramientos y la ligereza de la estructura, que además, en la segunda planta, se amplía por la altura libre de la cubierta, incluida en este ámbito.

Notas:

36 Nacido en Madrid en 1871, obtuvo Manuel Álvarez Naya el título de arquitecto en esta ciudad en 1904 y falleció en 1945. Con carrera municipal desde 1906 –arquitecto Servicios Contra Incendios, Fontanería y Alcantarillas y Aguas Potables y Residuarias, del cual se jubila en 1941. Entre sus obras destacan la dirección del Hotel Palace, en 1911-1912, las viviendas para para D. Antonio Pastor, de 1908-1909; las de D. Emilio Díaz-Moreu, 1911-1912; las Serrerías Belgas, 1924-1928; el Edificio A de Standard Eléctrica. Tenía en su poder las siguientes condecoraciones: Comendador de Isabel la Católica, Cruz de Beneficencia, Mérito Naval blanca y Medallas de Alfonso XII y Heroicos Sitios de Zaragoza, Gerona y Sampayo. Ver AVM 41-224-17 y Archivo del Servicio Histórico del COAM.
37 Anteriores se construyeron, entre los más significativos, el Edificio Metrópolis, 1906; edificio de Nuevo Mundo, 1906; Hotel Palace, 1910, donde participó Álvarez Naya; Antigua Fábrica Osram, 1914; Teatro Calderón, 1915; Banco de Bilbao, 1916; Naves del Matadero Municipal de Madrid, 1916 y 1919; Teatro Monumental, 1922; Casa de corredor del duque de Alba, 1923; Iglesia parroquial de Santa Teresa y San José, 1923 y el Teatro Pavón, 1924.

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