En 1922 María Monasterio Arrillaga esposa del arquitecto José López Sallaberry, coautor del proyecto de trazado de la Gran Vía encargó la construcción de este edificio en una pequeña parcela de su propiedad del segundo tramo de la nueva avenida; y a pesar de que los planos correspondientes fechados en diciembre ese año están suscritos por su yerno, el arquitecto Teodoro de Anasagasti Algán, es muy probable que su traza se deba en realidad a su esposo, que no podía firmarlos por la incompatibilidad establecida con su cargo como Arquitecto Inspector de la Reforma Urbana de la nueva avenida.
Según los mismos, el inmueble constaría de sótano con trasteros, almacén de la tienda superior y vivienda del portero; planta baja con tienda y portal lateral de acceso a las escaleras principal y de servicio con sus respectivos ascensor y montacargas , que se adosaban a la medianera izquierda; entresuelo diáfano para oficinas; y siete plantas, más ático retranqueado, para uso residencial, con una única vivienda por planta, con las estancias de presentación despacho, gabinete y comedor abiertas hacia la avenida, cuatro alcobas y el baño rodeando el amplio patio central, y otra alcoba y las habitaciones de servicio cocina, despensa, retrete, y lavadero en torno a un patio de luces medianero al fondo del solar.
La licencia para comenzar los trabajos se solicitó el 8 de junio de 1923, y fue informada por el arquitecto Enrique Pfitz López en lugar de Sallaberry probablemente por estar casado con la promotora, y ser el arquitecto su yerno ; otorgándose sin mayores contratiempos el 28 de julio siguiente.
Casi dos años después, el 1 de marzo de 1925 firmó Anasagasti el certificado final de obras, tras haber introducido algunos cambios como arquitecto director de las mismas; y es que dada la enorme altura prevista y la estrechez del terreno que sólo permitía disponer tres vanos en fachada , Anasagasti optó por reforzar la verticalidad mediante la eliminación de la planta de coronación prevista, prolongando hasta el ático sin más interrupción que un pequeño resalte los miradores laterales que recorren todo el edificio, cuyas esquinas achaflanó al tiempo que resaltaba el eje central con sucesivos retranqueos que se prolongan en el torreón de remate, con un balcón "de púlpito" bajo un frontón triangular coronado por sendos pináculos piramidales en lugar de acróteras, a juego con los que coronaban los miradores laterales. Hay que destacar asimismo la renuncia voluntaria a decorar el zócalo comercial pues una reciente ordenanza permitía adelantar 23 cm los frentes de los escaparates, que desde entonces invadían la arquitectura circundante , cuyo único local fue ocupado por la sala de exposición de la firma automovilística Chrysler.
Por desgracia, aunque el edificio se mantuvo en perfecto estado de conservación hasta hace sólo unos años, las obras de ampliación terminadas en 2009 han implicado el avance hasta la fachada del ático superior, lo que ha exigido eliminar los pináculos que remataban los miradores laterales, destruyendo así su silueta.