Sobre un solar trapezoidal de 876'33 m2, limitado entre dos medianerías y con la esquina abierta muy aguda, el promotor Ramón Saiz de Carlos encargó al arquitecto Pablo Aranda Sánchez la construcción de este edificio dedicado a locales comerciales, oficinas y viviendas de lujo en alquiler. Según el proyecto, fechado el 15 de enero de 1923, el inmueble se divide en sótano con almacenes para tiendas, instalaciones generales y trasteros para los inquilinos, dispuestos al fondo de la parcela en conexión directa con la escalera de servicio y su obligado montacargas; la planta baja acoge la vivienda del portero dando al patio medianero, y varios locales comerciales a ambos lados del portal, que conduce a una escalera principal desarrollada en torno a dos ascensores, que a su vez se comunica con la de servicio antedicha a través del patio central; el entresuelo se destina a oficinas, y las seis plantas residenciales superiores se dividen en dos viviendas desiguales: una mayor, con todas las habitaciones de aparato el despacho y el comedor que flanquean el salón redondeado de la esquina , los dormitorios, e incluso el baño principal, dando directamente al exterior, y las de servicio cocina con despensa y office, costura y plancha, aseo, carbonera y los cuartos de la servidumbre, recibiendo luz y ventilación a través de los patios; y otra algo más pequeña, que sólo tiene abiertos hacia la Gran Vía el despacho, el salón y el comedor, quedando interiores las restantes estancias. El edificio presenta la singularidad de dedicar el sotabanco a tres apartamentos, dotado cada uno de ellos de un estudio alojado en su correspondiente torreón; mientras que las crujías interiores entre los patios se destinan a alojamiento para los criados.
Las fachadas previstas eran de una gran sencillez, y anticipaban los escuetos alzados que dominarán el tercer tramo de la Gran Vía, con el habitual zócalo comercial de triple altura rematado por un balcón corrido del que arranca el cuerpo principal, con un único mirador central volado sobre el sencillo pero elegante portal, enmarcado por jambas y ménsulas de mármol que sostienen un frontón triangular , que se prolongaba hasta una cornisa corrida que rodeaba el edificio a la altura del piso quinto. Confiando toda su fuerza expresiva al "cubillo" creado al redondear el chaflán previsto en la alineación oficial, que se prolonga más allá de la cornisa de remate y se corona a su vez por una nueva cornisa.
La licencia de obras se solicitó el 24 de enero de 1923, y fue concedida sin contratiempos el 20 de abril siguiente; firmando Aranda el certificado de finalización de las mismas el 12 de enero de 1926, al tiempo que el propietario pedía el permiso de de alquiler, que se otorgó el 21 de junio del mismo año. Entre el edificio construido y el proyectado se observan pequeñas pero significativas variaciones, pues la cornisa que interrumpía la fachada a media altura se sustituyó por dos balcones corridos a los lados del mirador central, dejando que tanto éste como el torreón de esquina prosiguiesen sin interrupción hasta sus respectivos remates, potenciando así su verticalidad.
En el bajo comercial se instaló la tienda de aparatos gramofónicos Zato, que representaba los receptores radiofónicos Philips, así como la francesa de calculadoras Guillaumet; ocupando la esquina la sala de exposición de los automóviles Cadillac y La Salle, de la firma norteamaricana General Motors, a las que más tarde se sumó Buick, que tuvo una efímera sala de exposición en el Palacio de la Prensa. El concesionario de estas marcas era el empresario James M. Nahón, que tras la crisis de ventas provocada por la Gran Depresión de 1929, reconvirtió el local en el "bar automático" Tánger así llamado en homenaje a su ciudad natal que fue proyectado por el arquitecto Alberto López de Asiaín Selva en dos plantas: una inferior con cocina, obrador, almacén, despacho y dos aseos; y otra superior a nivel de calle destinada al público, con una pared totalmente ocupada por una sucesión de expendedoras automáticas de platos cocinados, que se reponían desde la parte trasera y que funcionaban con monedas, completándose el servicio con una barra americana a lo largo de la pared opuesta. La decoración se confiaba a la riqueza de los materiales aplicados en los paramentos con un zócalo de mármol negro sobre el que descansaba un paño de madera perforado por las expendedoras antedichas, que fue ejecutado por el ebanista Julián García , pero sobre todo a la iluminación proyectada sobre las paredes plegadas y los arcos escarzanos que dividían el techo. Junto al portal se abría además la confitería Bombones Riviera, diseñada por el decorador Gutiérrez Manchón, que en su fachada procuró "cortar lo más posible con las tiendas colindantes", dándole simultáneamente "el mayor relieve" y "una gran franja de escaparates".Tras la Guerra Civil, el local del Tánger fue convertido en la cafetería Monterrey, diseñada como sala de té por el arquitecto Miguel Durán Salgado en 1940; mientras que la disposición de los pisos superiores permitió instalar pensiones como el Hotel Nueva Navarra; aunque en 1952 todos los pisos estaban ya ocupados por el Hotel Regente, con 100 habitaciones.
En la actualidad, su sencilla fachada se conserva en buen estado, si excluimos algunas alteraciones del zócalo comercial y la ocupación parcial de las terrazas del sotabanco.