Patrimonio cultural y paisaje urbano

En parte del solar ocupado por este edificio, con entrada por la calle de la Reina, se alzaba antaño el suntuoso palacio de Masserano así llamado por ser la residencia madrileña del príncipe de ese nombre, embajador de Carlos III en Londres y París en el que habitó de niño el escritor Víctor Hugo (en cuyo honor se rebautizó la cercana calle de San Jorge) por ser el alojamiento de su padre militar durante el reinado de José I Bonaparte. Más tarde se trasladó aquí la famosa fonda de Genyeis, frecuentada por Larra, y en la que Rossini compuso la primera versión de su Stabat Mater, estrenado en la desaparecida iglesia de San Felipe el Real el Viernes Santo de 1832; y según Pedro de Répide, el mismo edificio también fue sede desde su fundación y durante mucho tiempo del Heraldo de Madrid, acogiendo después un teatrillo para aficionados llamado Salón Zorrilla, que permaneció casi hasta su derribo para abrir la Gran Vía.

Tras el éxito obtenido con sus dos obras anteriores, la Sociedad de Seguros La Estrella encargó al arquitecto Jerónimo Pedro Mathet Rodríguez el proyecto de un tercer edificio de viviendas de alquiler, que en esta ocasión según los planos firmados el 21 de mayo de 1919 se caracteriza por un exhaustivo aprovechamiento del solar, disponiendo tres crujías paralelas a fachada que crean una sucesión de estancias "a la italiana" (esto es, sin ventilación directa), en la intermedia; distribuyéndose las dos viviendas previstas en cada planta en torno a cuatro pequeños patios de luces: dos centrados junto a las escaleras principal y de servicio, y otros dos medianeros.

La fachada se resuelve con una composición que alterna ventanas y miradores de fábrica volados, destacando el central con mayor amplitud y vuelo para acoger la divisoria entre los pisos , mientras que el remate se concibe como un pabellón adelantado entre dos terrazas que se escalona hacia un torreón central cupulado de carácter meramente decorativo en eje con el mirador antedicho; aunque la anchura de este cuerpo fue cuestionada por el Arquitecto Inspector de la Reforma Urbana, José López Sallaberry, por ser superior al tercio del total de la fachada.
Como consecuencia, Mathet firmó el 15 de noviembre del siguiente año un nuevo diseño que conservaba "la altura de pisos y la distribución de huecos" así como "las líneas generales de la primitiva", y simplificaba con acierto la decoración, pero sin corregir el exceso de anchura, por lo que Sallaberry volvió a denegar la licencia, obligando a presentar una tercera propuesta firmada en febrero de 1921 que reducía la anchura del pabellón proyectado hasta igualarla con la del mirador central, y que obtuvo la aprobación municipal.
Sorprendentemente, el 17 de mayo siguiente, Mathet vuelve a presentar su segunda propuesta con la fecha modificada alegando la mejoría estética y la mayor salubridad de las estancias superiores por tener "mayor capacidad y ventilación", mientras que la empresa alega que por ser tan reciente la modificación de las ordenanzas que impiden la obra, éste sería el único edificio de la avenida limitado por ellas; optando Sallaberry por admitir esta solución, por lo que los trabajos siguieron sin más problemas hasta su total conclusión el 10 de octubre de 1922, en que Mathet firma el certificado de finalización, aunque la concesión de licencia de ocupación se retrasó hasta julio del año siguiente.

En sus bajos abrió el 27 de septiembre de 1922 el American Bar Pidoux, publicitado como el primer "auténtico" bar americano de Madrid por la casa Viuda de H. Pidoux concesionaria de champagnes y licores extranjeros como el Grand Marnier, que tenía despacho de vinos en el nº 12 de la calle de la Cruz , siendo aquí donde se fogueó el barman "Perico" Chicote antes de abrir su propio establecimiento de bebidas en el nº 12. En el local opuesto estableció su exposición la empresa automovilística Nash, que poco más tarde cedió el paso a la mítica empresa de mobiliario de tubo de acero Rolaco, autora de buena parte de los muebles del citado Bar Chicote o del edificio Carrión, incluidas las butacas del cine Capitol o las del Coliseum.

Como es habitual en la Gran Vía, algunos pisos se utilizaron para usos no residenciales, como el ocupado por Casa Lacoma, el salón de modas de Margarita Lacoma, que abrió sus puertas en 1925 anticipando la llegada a la nueva avenida de modistas como Balenciaga.

Tras ser adaptado para uso como oficinas entre 1991 y 1992 según un proyecto del arquitecto Fernando Otero Carrasco, en 2001 se previó su transformación en hotel siguiendo un diseño de Emilio Gamir Casares que finalmente no fue ejecutado; acogiendo hoy día la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid; de modo que es uno de los pocos edificios de los dos primeros tramos de la gran Vía que no parece haber sufrido pérdidas relevantes en la decoración de su fachada principal, donde destaca el magnífico basamento de sillería finamente labrado.