Este edificio ocupa el solar donde se encontraba en el siglo XVI la casa que construyó Juan de Herrera para su amigo el lapidario milanés Giacomo Trezzo autor del extraordinario tabernáculo de piedras duras del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial , conocido en España por Jacome Trezzo, cuyo nombre se contrajo para bautizar la calle homónima que pasaba por delante y que desapareció en su mayor parte al construirse la Gran Vía; aunque el edificio demolido no era ya el original, sino otro construido para Gonzalo del Río a principios del siglo XIX.
El solar, con 716'5 m2, fue adquirido en 1918 por el "acaudalado capitalista" vallisoletano Jacinto Matesanz junto con su hermano Antolín, quienes planearon la construcción de una "casa comercial, para tiendas, oficinas y despachos" de alquiler, en la que prescindirían de las viviendas de lujo que con tan poco éxito proliferaban por el resto de la avenida; encargando el proyecto al gran arquitecto Antonio Palacios Ramilo, que ya tenía experiencia en esta tipología por haber construido entre las calles Mayor y Arenal un edificio de planteamiento similar, con el que presenta bastantes concomitancias.
Según la memoria, el edificio propuesto se inspira en los "de análogo carácter construidos en las grandes ciudades del extranjero y muy especialmente en las de Norte América"; distribuyéndose en un subsótano con "servicios generales de calefacción, carbonera, maquinaria, y pequeños almacenes para cada piso"; un sótano diáfano con dos "locales" en coincidencia con las tiendas superiores que flanquean el portal, a través de cuyo vestíbulo se accede a un gran hall central de traza circoagonal acristalado a la altura de la séptima planta , flanqueado por dos parejas de ascensores exentos y presidido por una escalera de traza imperial circunscrita en un óvalo, con un segundo acceso de servicio desde la calle Tres Cruces dotado de su correspondiente montacargas; los siguientes seis pisos se dejan diáfanos, para que los ocupantes los adapten a sus necesidades "con ligeras mamparas transportables y otros muebles"; mientras que cada una de las dos plantas por encima de la montera del patio central se reparten en catorce despachos con sus respectivas antesalas de espera, asistidos por sólo dos aseos comunes; sin que llegue a especificarse el uso previsto para los dos sotabancos superiores, que se representan diáfanos.
En los alzados Palacios realiza un alarde de oficio, aunque sin salirse de la división tripartita característica del momento. Así, en primer lugar opta por recrecer la altura habitual del basamento para proporcionarlo a las inusuales dimensiones del edificio; enlazando la planta baja y los dos entresuelos mediante un poderoso apilastrado de granito, rematado en ménsulas colosales decoradas como inmensos triglifos que sostienen un balcón corrido a la altura de la primera planta. Desde ésta arrancan unas esbeltas pilastras jónicas encaramadas en altos pedestales que recogen los tres pisos siguientes, y que sostienen arcos peraltados que dan luz a un cuarto piso; mientras que una quinta planta se define como una banda continua, entre la moldura de remate de los arcos inferiores y una gran cornisa volada, para insinuar un entablamento estilizado donde las ventanas ejercen la función de metopas. Por encima, un nuevo balcón corrido apoyado sobre la cornisa limita un ático al que todavía se sobreponen dos pisos retranqueados que sólo se hacen patentes en los torreones de esquina; destacando el previsto sobre el ángulo agudo con la calle de Tres Cruces, que se levanta hasta cuatro plantas y se remata con una espectacular columnata. Esta composición libremente clasicista se atempera con detalles modernos, como las esquinas redondeadas, los miradores resaltados de acero y cristal también con las aristas curvadas que sobresalen de los intercolumnios, o el empleo de la "cerámica de relieve con reflejos de cobre" en los capiteles y otros detalles decorativos, y del mosaico de trencadís dorado para enriquecer los tímpanos de los arcos superiores.
La solicitud de licencia se realizó el 23 de junio de 1919, pero su obtención no estuvo exenta de contratiempos, pues como era habitual Palacios había hecho caso omiso de las ordenanzas municipales al excavar un segundo sótano sin luz ni ventilación, cubrir el patio central, prescindir del obligado patio medianero reducido a dos exiguos pozos de iluminación a los lados de la escalera , y sobrepasar la altura permitida con el segundo sotabanco y la gran torre de esquina, que finalmente ante los requerimientos de José López Sallaberry, como Arquitecto Inspector de la Reforma Urbana se comprometió a eliminar; aunque defendió con éxito la reducida dimensión de los patios por tratarse de un edificio destinado a "casa comercial" con "tres fachadas, y sin ninguna vivienda", que dispondría "de un sistema perfecto de ventilación forzada muy superior en condiciones higiénicas al que pueden proporcionar los patios ordinariamente construidos para casas de vecindad". Como resultado, Sallaberry exigió el 6 de agosto la presentación de nuevos alzados que se ajustasen "estrictamente a las prescripciones legales procedentes", que Palacios entregó el 15 de ese mismo mes, eliminándose el subsótano ante las dudas planteadas respecto a su ventilación y desagüe, por lo que la licencia definitiva quedó otorgada el 24 de noviembre.
Las obras se ejecutaron sin mayores sobresaltos en un plazo aproximado de tres años, estando firmado el certificado final de las mismas el 1 de octubre de 1923, y la licencia de alquiler se solicitó el 28 de noviembre siguiente; aunque una vez más se retrasó, por no acometer el tubo de ventilación "a la alcantarilla de servicios de la vía general", defecto que se solventó el 12 de octubre del siguiente año, otorgándose el permiso requerido el 21 de noviembre de 1924. El edificio construido presenta algunas variaciones con el proyectado, pues la cerámica prevista en los capiteles se sustituyó por piedra artificial, variándose también el alzado de las torres de esquina, mucho menos imponentes de lo previsto incluso tras las reducciones exigidas por Sallaberry; aunque la de Tres Cruces se remató finalmente con una pequeña columnata calada precedida por un escudo.
En el local de esa misma esquina abrió poco después la sastrería Mata Hermanos, que en los años treinta renovó sus instalaciones en estilo racionalista, y sobre la que se situó en el entresuelo la guantería de Felisa Ramírez; estando ocupada la esquina opuesta con la calle de la Salud por la cervecería Spiedum, que contaba con un "gran salón con veinte billares", y que poco después se convirtió en café restaurante con el comedor en el sótano ; siendo sustituido ya antes de la Guerra Civil por la camisería Quirós, que aunque en un primer momento se limitó a renovar los escaparates, entre julio y octubre de 1946 fue completamente reformada según proyecto de los arquitectos Fernando García Mercadal y Ramón Aníbal Álvarez, que aquí abandonaron su radical apuesta por la modernidad para plegarse a un lujoso clasicismo con columnas corintias marmorizadas, casetonados de escayola y arañas de cristal más acorde con las tendencias estilísticas del momento.
Aunque en los últimos tiempos el inmueble ha sido restaurado, todavía muestra los estragos causados en el zócalo comercial por las sucesivas reformas realizadas, que han desfigurado las monumentales pilastras trazadas por Antonio Palacios; mientras que en la torre esquinera se echa en falta la columnata y el escudo antes descritos; pudiendo citarse, por último y a modo de anécdota, que su espectacular lobby central sirvió de escenario para rodar algunas escenas de la película El día de la Bestia, dirigida por Álex de la Iglesia en 1995.
