Patrimonio cultural y paisaje urbano

El edificio fue parte de la casa señorial de don Diego Roy Bernaldo, atribuido a Juan Gómez de Mora. En 1731 fue adquirido por Juan Francisco de Goyeneche que encargó la reforma a Pedro de Ribera. Este arquitecto conservó la estructura de palacio madrileño del siglo XVI, modificando las fachadas y añadiéndole la magnífica portada barroca labrada en granito. La reconstrucción y reforma del interior fue obra de Ignacio Thomas, a finales del siglo XVIII, que respetó la portada de Ribera y eliminó la torre angular. En 1800 el palacio fue alquilado a la Contaduría del Pósito Real y tras la guerra de Independencia, lo volvieron a habitar los condes de Saceda, pertenecientes a la familia de los Goyeneche hasta 1874. En 1874 el palacio pasó a ser propiedad de Juan Manuel de Manzanedo y González, duque de Santoña, que encargó a Domingo de Inza la reforma y redecoración de su interior para transformarlo en un palacio decimonónico. Abrió una fachada en la calle Huertas como la que hiciera Ribera en la calle del Príncipe. Es de esta época la espectacular escalera de mármol, diseñada por Carlo Nicoli. Sus suntuosos salones, situados en la planta noble, fueron decorados según el proyecto de Ramón Bueso con pinturas murales realizadas por grandes artistas del momento como Sans Cabot, Pla, Francés y Domínguez entre otros, quienes a través del lenguaje neobarroco unieron ambientes del Renacimiento italiano, con el rococó francés y con el estilo oriental.
Después de grandes vicisitudes, el palacio fue durante un tiempo residencia de José de Canalejas, siendo adquirido finalmente por la Cámara de Comercio e Industria en 1933, quien lo ocupa en la actualidad, tras una completa restauración, por parte de Chueca Goitia.  Gonzalo de Cárdenas restauró las fachadas en 1953. Posteriormente volvió a ser ampliado y reformado. Este edificio alberga uno de los mejores interiores de estilo ecléctico de Madrid.