Patrimonio cultural y paisaje urbano

Al aproximarse la finalización de las obras  de la Biblioteca y Museo Arqueológico Nacionales, que se había iniciado en 1866 por el arquitecto albaceteño Francisco Jareño y Alarcón, y continuado en 1885 por el cántabro Antonio Ruiz de Salces, se convocó en 1891 por la Real Academia de Bellas Artes un concurso público entre escultores españoles, en el que se fijaban los temas y las dimensiones de todas las obras que debían ornamentarla con el fin de completar de esa forma tan importante construcción. Este estricto concurso, como todos los de su época, solicitaba a los autores de los bocetos escogidos el que se realizase una réplica en yeso a tamaño natural, que se juzgaba una vez observada en su situación de destino antes de ser premiada y tallada de forma definitiva.
El escultor ganador de la propuesta de estatua al gran poeta y dramaturgo madrileño del Siglo de Oro, “Fénix de los Ingenios”, D. Félix Lope de Vega Carpio (1562–1635), por la que cobró 15.000 ptas, fue el barcelonés Manuel Fuxá y Leal, discípulo de Rosendo Nobas que había obtenido medallas en las Exposiciones Nacionales de Madrid de 1871, 1881 y 1892, y en la de París de 1900, siendo autor de las estatuas de Neptuno para la cascada del Parque de la Ciudadela, de José Anselmo Clavé, y otras varias repartidas por la ciudad de Barcelona, así como de la alegoría de las Ciencias para el Monumento a Alfonso XII en el Parque del Retiro de Madrid.
Esta fue la primera escultura permanente a Lope erigida en Madrid, pues es coetánea de otra de Agustín Querol que se expuso en la plaza de Cibeles pero que no pasó del yeso, y precede en diez años la del escultor cordobés Mateo Inurria sobre pedestal del arquitecto López Sallaberry que se instaló en 1902 en la glorieta de San Bernardo (hoy de Ruiz Jiménez) para conmemorar la jura de Alfonso XIII al cumplir la mayoría de edad; trasladándose posteriormente a los jardines ante el convento de la Encarnación, donde todavía se conserva.