En origen este edificio acogió los Almacenes Rodríguez promovidos por la firma "Rodríguez Hermanos", que ya había abierto en enero de 1917 un primer local en la casa de Gran Vía, nº 11, en la esquina de Clavel con Caballero de Gracia, y con tal éxito que la impulsó a promover un nuevo edificio en propiedad que sería el primer gran almacén generalista construido a esta escala en la capital, precediendo por tres años los famosos Madrid París del segundo tramo de la misma avenida.
Aunque según la revista La construcción moderna el encargo del edificio recayó inicialmente en el arquitecto Antonio Palacios Ramilo, el proyecto definitivo fue diseñado por su discípulo y antiguo colaborador Modesto López Otero, que en esta obra demostró maneras muy diferentes a las de su mentor, adoptando un estilo vienés con presagios decó radicalmente moderno que contrastaba fuertemente con el de los edificios vecinos.
Destacaba su elegantísima fachada con un basamento de doble altura con siete vanos separados por pilastras de caprichoso diseño, un cuerpo principal muy liso en el que se recortaban alineadas con los huecos antedichos siete grandes bandas verticales recercadas por ricas molduras que agrupaban las ventanas de las tres plantas siguientes y se coronaban por otras ventanas exentas más pequeñas en la quinta planta, sobre las que se dibujaba una línea de cornisa coronada por una balaustrada ondulante que enmarcaba un cuerpo de ático a modo de pabellón, con diez pequeñas ventanas alineadas bajo el título de la firma.
En planta, López Otero adoptó la disposición habitual en esta nueva tipología, arrinconando las escaleras con sus ascensores y los servicios a las medianeras laterales para obtener superficies completamente diáfanas, y perforando el entresuelo para crear un patio central cubierto de doble altura, que pudiese proporcionar además luz al sótano mediante un pavimento de pavés. El edificio fue inaugurado por Alfonso XIII el 15 de mayo de 1921, y sufrió un pequeño incendio sin consecuencias la noche del 31 de agosto del mismo año; pero poco después, el éxito del negocio obligó a extenderlo por los locales vecinos, absorbiendo tanto los bajos comerciales del Oratorio del Caballero de Gracia como algunos pisos del contiguo edificio con fachada a la Red de San Luis.
Este éxito exigió realizar también algunos cambios en el edificio original, y si en septiembre de 1941 el arquitecto Miguel de los Santos Nicolás se limitó a sustituir las carpinterías de madera originales por otras metálicas -aunque para entonces ya habían desaparecido las ondulantes balaustradas que flanqueaban el torreón central, así como buena parte de los singulares apliques de bronce que punteaban las fachadas , en mayo de 1945 firmó una nueva reforma con sus compañeros José Luis Subirana Rodríguez y Luis López Otero para hacer más diáfana la planta baja hacia la Gran Vía, unificando los cinco huecos centrales en sólo uno de mayor tamaño con una embocadura central entre dos grandes escaparates, lo que exigía eliminar dos pilares, al tiempo que se rebajaba el nivel del forjado de la crujía a Caballero de Gracia para enrasarla con el resto y se modificaba la disposición de la escalera.
Lamentablemente, entre 1975 y 1977 el inmueble fue completamente reformado por el arquitecto Francisco Calero Fernández para reconvertirlo en sede de las Cajas Rurales, modificando los interiores y sustituyendo las elegantes fachadas originales por un muro cortina de vidrio tras el que se adivina todavía la estructura de la construcción inicial; pasando con el tiempo a ser sede del Banco de Crédito Agrícola, y por fin, Juzgados de lo Contencioso Administrativo.
